Semiescondidos, disimulados en el pliegue de una esquina o incrustados en las fachadas de apenas un puñado de edificios protegidos, casi invisibles a los ojos de los sevillanos, tantas veces transeúntes invidentes e indolentes de la historia que se brinda a cada paso, que se asoma en cada costado de la ciudad primera.
Han hecho falta siglos de expolio para reparar, cuando ya apenas quedan un centenar de los más de mil colocados en origen, en el valor y el alcance históricos de los azulejos que se instalaron en la Sevilla del XVIII para organizar y rotular sus calles. Placas de azulejos que fueron fabricadas en Triana (donde se guardan las esencias de la alfarería y la cerámica de esta tierra) y ordenadas colocar por el asistente Pablo de Olavide a finales del siglo de las luces, para arrojar luz y clarividencia en el desorden urbanístico de la época, ha informado la Delegación de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla.
En base a la Real Cédula de 13 de agosto de 1769, la ciudad quedaba dividida en cuarteles, barrios y manzanas, siguiendo el ejemplo de Madrid. Se establecieron en concreto cinco cuarteles, uno de ellos, el de Triana, en el otro margen del río. Cada uno de ellos se dividió a su vez en ocho barrios, configurados en conjunto en torno a 320 manzanas. De esa amalgama de espacios surgió la necesidad de nominarlos, creándose a partir de entonces un callejero que entrañaba la obligación de ser rotulado.
Para esta misión, se eligieron estas pequeñas y sencillas placas de azulejos, realizadas en una única baldosa rectangular con formato vertical, pintadas a mano y todas de manera análoga: un fondo blanco sobre el que se escribe un texto en negro enmarcado en un ribete azul, encabezadas a su vez por una cruz también azul, similar a la de la Orden del Temple.
Para cubrir las necesidades de todos los espacios, se realizaron cuatro tipos diferentes de señalizaciones: del nomenclátor de las calles; de señalización del cuartel, barrio y manzana conforme a los que se organizaban geográficamente las viviendas; de indicación del número de cada vivienda y; de identificación de enclaves con edificios o lugares destacados de la ciudad.
De los miles de estos azulejos instalados en origen, apenas una centena han resistido a lo largo de los 250 años transcurridos desde entonces, un viaje de dos siglos y medio, en el que han naufragado la mayoría.
Consciente del valor que atesoraban como piezas claves para comprender la evolución urbana del Casco Antiguo de Sevilla, y respaldado por las asociaciones conservacionistas y para la defensa del Patrimonio de la ciudad, el Ayuntamiento acordó en julio de 2021 elaborar un Catálogo de protección de estos elementos. Algo más de un año después, el 30 de septiembre de 2022, la Junta de Gobierno Local aprobaba de manera inicial el documento y hoy, tras los preceptivos trámites de información pública, ha quedado aprobado de forma definitiva por el Pleno municipal.
Un total de 130 de aquellas primeras placas cerámicas que mandara instalar Pablo de Olavide, todas las que aún existen, se han inscrito en este Catálogo, brindándoles de esta forma la protección que requieren y se merecen. Las últimas diez han sido descubiertas y propuestas por la Asociación de amigos de la cerámica Niculoso Pisano por medio de una alegación presentada en el periodo de exposición del documento al público.
De este conjunto ahora al fin conservado, 37 corresponden a placas de nomenclátor, 38 de cuartel, barrio y manzana, 47 de número de vivienda y 8 de enclaves o lugares destacados de la ciudad.
Las lápidas de Cervantes
Pero no sólo estas piezas han quedado ya identificadas y protegidas, porque la elaboración de este Catálogo se reveló como la oportunidad de salvar también las lápidas cerámicas que quedan de las elaboradas por el municipio en 1916 para conmemorar los trescientos años de la muerte del genio de las letras españolas Miguel de Cervantes, e instaladas en los lugares de Sevilla referidos en sus obras.
De las 25 lápidas colocadas inicialmente, sólo veinte han llegado a nuestros días. En 2016, con motivo del cuarto centenario del fallecimiento del escritor, la Gerencia de Urbanismo restauró las 19 de ellas de las que se tenía noticias, si bien, existe otra más, hasta ahora desconocida por ubicarse en un edificio privado, cuya existencia ha dado a conocer nuevamente la Asociación de amigos de la cerámica Niculoso Pisano.
En todos los casos presentan la mismas características, se trata de placas cerámicas ejecutadas por José Gestoso mediante la técnica de la cuerda seca en la Fábrica de José Mensaque, compuestas por 32 baldosas cuadrangulares y rectangulares en las columnas laterales, enmarcadas por una cenefa de roleos que rodean el campo central. Éste se encabeza con coronas de laureles y guirnaldas, que a modo de laudas recogen el escudo de la ciudad de Sevilla y el retrato de Miguel de Cervantes. El resto del espacio lo ocupa la leyenda correspondiente siempre encabezada con la frase “El príncipe de los ingenios españoles Miguel de Cervantes y Saavedra…”.
Gracias a este Catálogo en el que se las incluye, el Ayuntamiento de Sevilla a través de la Gerencia de Urbanismo protege también estas piezas únicas como elementos singulares, definiéndolas en fichas particulares y estableciendo unas normas de protección específicas para conservarlas y resguardarlas.
Lápidas que honran la memoria de Cervantes y azulejos trianeros que rotularon la vieja Sevilla, protegidos ahora como valiosas migas de pan para señalar lugares que fueron, y para recordar calles, collaciones y barrios que conformaron aquel urbanismo primero, y que han aguardado el reconocimiento artístico e histórico que al fin se les otorga. (Foto: AYTO-S).-
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