ATLËTICO DE MADRID, 2; SEVILLA F.C.,2.-En el clima enrarecido del Calderón, el Sevilla comparecía para intentar encadenar una segunda victoria en Liga que le diera continuidad y un espaldarazo moral para reforzar la mentalidad de un grupo que en las últimas semanas ha visto como su buen juego no se traducía en el marcador. En frente, un Atlético, que tampoco está teniendo su año, lo que agudizaba aún más la sensación que el de esta tarde era un choque de amplias necesidades para ambos contrincantes, lo que se tradujo en un encuentro alocado, por momentos con más histeria que sensatez, que el Sevilla tuvo enfilado en varias ocasiones, por su buen hacer arriba y el gran momento de Negredo, pero que se perdió por la excesiva permisividad atrás.
El Sevilla salió bien, quiso hacerse con el balón en los primeros compases, lo que lógicamente creo inquietud en un rival que tampoco está para fiestas. El Atlético, agazapado, pasó de las contras, siempre peligrosas por la dinamita que tiene arriba, a hacerse con la posesión, aunque en ambos casos no había hostilidades. El choque era tranquilo, demasiado manso para dos equipos que cuentan con un abundante y variado arsenal ofensivo. Poco a poco, el partido entró en una fase donde nadie daba un paso, pero en los últimos diez minutos del primer acto comenzaron a retumbar los tambores de guerra, como si la primera media hora apenas hubiera servido para nada.
El primero en decir presente fue Luis Fabiano en el minuto 38. El brasileño se la acomodó en la frontal, acolchado a la izquierda, y puso de rosca un balón con marchamo de gol que se fue por muy poco. Era un primer aviso. Tres minutos más tarde la cosa fue a mayores. Dabo la puso al área desde el carril diestro, Perotti la bajó bien con el pecho y Negredo la enganchó con la zurda de empalme colosal, batiendo a un indefenso De Gea. El Sevilla se adelantaba y olía la sangre de un Atlético que pensaba se arrastraba malherido al descanso. Era el momento de poner tierra de por medio y así lo entendieron los andaluces, que aprovecharon la debilidad circunstancial atlética y rozaron el segundo, cuando una contra iniciada por Perotti acabó en pase de Navas que Luis Fabiano no acertó a rematar con certeza en el área chica. Lo que es el fútbol, de rozar al segundo, en la siguiente jugada Javi Varas salvó el empate, ante el Kun Agüero a bocajarro, tras internada en solitario de Forlán por la izquierda, culminando así un final de primer tiempo trepidante.
El remate postrero del Kun Agüero constituía un mensaje evidente: por mal que estén, los colchoneros tienen futbolistas de primer orden que al mínimo despiste te la montan. Y así fue, porque prácticamente en el inicio de la reanudación Koke remató un balón largo que se paseo ante Varas y entró en la red. El empate era un jarro de agua helada para un Sevilla que aún así no se descompuso, aprovechando la profundidad en el costado derecho de Navas, que en los seis primeros minutos del segundo acto ya había mandado al área chica tres balones claros. El palaciego está cada día más cerca de su nivel. El partido estaba abierto, era un golpe a golpe repleto de emoción, que de nuevo tomó color visitante cuando una gran contra iniciada por un inteligente toque de cabeza de Negredo, lo condujo Perotti, que cambió el cuero a la derecha para que Navas se la dejara atrás a Rakitic, ajustando el croata con una precisión extrema al palo derecho de De Gea.
El gol del Sevilla debía ser suficiente, porque el Atlético otra vez nadaba contracorriente, naufragando. Los nervios se mascaban, pero de nuevo por la derecha, esta vez Reyes, le ganó la espalda a la defensa e hizo las tablas a 15 minutos del final. El último tramo del encuentro fue una locura. Una cesión absurda producida por una duda de la defensa nervionense ante los aparentes gestos dolorosos de un jugador local en el césped pudo acabar en tragedia si no es porque Varas dio una exhibición de reflejos con los pies ante la picaresca de Thiago y Agüero. Esa jugada tan llena de precipitaciones y emoción sintetizaba en cierto modo la cara de un choque que se había convertido ya en una auténtica ruleta rusa donde cada equipo disponía de su turno para intentar tumbar al rival. En ese desconcierto Fazio y Escudé, sobre todo el argentino, se mostraban colosales.
Y el Sevilla fue el que disparó el último, concretamente Negredo, que completó un partido enorme. El madrileño se inventó un trallazo lejano que se estampó con el larguero, con De Gea ya batido, cayendo luego Capel en la búsqueda del rechace con Ujfalusi echándole el aliento, en lo que a todas luces parece penalti clarísimo que Mateu Lahoz no quiso ver, pues bien situado estaba desde luego para señarlarlo... Lástima, porque ahí pudo haber estado un triunfo que el Sevilla tuvo hasta en dos ocasiones en sus manos pero que no supo conservar por sus concesiones atrás.
El Sevilla salió bien, quiso hacerse con el balón en los primeros compases, lo que lógicamente creo inquietud en un rival que tampoco está para fiestas. El Atlético, agazapado, pasó de las contras, siempre peligrosas por la dinamita que tiene arriba, a hacerse con la posesión, aunque en ambos casos no había hostilidades. El choque era tranquilo, demasiado manso para dos equipos que cuentan con un abundante y variado arsenal ofensivo. Poco a poco, el partido entró en una fase donde nadie daba un paso, pero en los últimos diez minutos del primer acto comenzaron a retumbar los tambores de guerra, como si la primera media hora apenas hubiera servido para nada.
El primero en decir presente fue Luis Fabiano en el minuto 38. El brasileño se la acomodó en la frontal, acolchado a la izquierda, y puso de rosca un balón con marchamo de gol que se fue por muy poco. Era un primer aviso. Tres minutos más tarde la cosa fue a mayores. Dabo la puso al área desde el carril diestro, Perotti la bajó bien con el pecho y Negredo la enganchó con la zurda de empalme colosal, batiendo a un indefenso De Gea. El Sevilla se adelantaba y olía la sangre de un Atlético que pensaba se arrastraba malherido al descanso. Era el momento de poner tierra de por medio y así lo entendieron los andaluces, que aprovecharon la debilidad circunstancial atlética y rozaron el segundo, cuando una contra iniciada por Perotti acabó en pase de Navas que Luis Fabiano no acertó a rematar con certeza en el área chica. Lo que es el fútbol, de rozar al segundo, en la siguiente jugada Javi Varas salvó el empate, ante el Kun Agüero a bocajarro, tras internada en solitario de Forlán por la izquierda, culminando así un final de primer tiempo trepidante.
El remate postrero del Kun Agüero constituía un mensaje evidente: por mal que estén, los colchoneros tienen futbolistas de primer orden que al mínimo despiste te la montan. Y así fue, porque prácticamente en el inicio de la reanudación Koke remató un balón largo que se paseo ante Varas y entró en la red. El empate era un jarro de agua helada para un Sevilla que aún así no se descompuso, aprovechando la profundidad en el costado derecho de Navas, que en los seis primeros minutos del segundo acto ya había mandado al área chica tres balones claros. El palaciego está cada día más cerca de su nivel. El partido estaba abierto, era un golpe a golpe repleto de emoción, que de nuevo tomó color visitante cuando una gran contra iniciada por un inteligente toque de cabeza de Negredo, lo condujo Perotti, que cambió el cuero a la derecha para que Navas se la dejara atrás a Rakitic, ajustando el croata con una precisión extrema al palo derecho de De Gea.
El gol del Sevilla debía ser suficiente, porque el Atlético otra vez nadaba contracorriente, naufragando. Los nervios se mascaban, pero de nuevo por la derecha, esta vez Reyes, le ganó la espalda a la defensa e hizo las tablas a 15 minutos del final. El último tramo del encuentro fue una locura. Una cesión absurda producida por una duda de la defensa nervionense ante los aparentes gestos dolorosos de un jugador local en el césped pudo acabar en tragedia si no es porque Varas dio una exhibición de reflejos con los pies ante la picaresca de Thiago y Agüero. Esa jugada tan llena de precipitaciones y emoción sintetizaba en cierto modo la cara de un choque que se había convertido ya en una auténtica ruleta rusa donde cada equipo disponía de su turno para intentar tumbar al rival. En ese desconcierto Fazio y Escudé, sobre todo el argentino, se mostraban colosales.
Y el Sevilla fue el que disparó el último, concretamente Negredo, que completó un partido enorme. El madrileño se inventó un trallazo lejano que se estampó con el larguero, con De Gea ya batido, cayendo luego Capel en la búsqueda del rechace con Ujfalusi echándole el aliento, en lo que a todas luces parece penalti clarísimo que Mateu Lahoz no quiso ver, pues bien situado estaba desde luego para señarlarlo... Lástima, porque ahí pudo haber estado un triunfo que el Sevilla tuvo hasta en dos ocasiones en sus manos pero que no supo conservar por sus concesiones atrás.
Comentario y foto de la web del Sevilla)
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