Enrique Ponce, como único espada, cortó ocho orejas, dos rabos y ha indultado un toro en la corrida celebrada en Istres (Francia).
El diestro lidió los dos últimos toros del festejo vestido de smokin.
El diestro lidió los dos últimos toros del festejo vestido de smokin.
FICHA DEL FESTEJO
Enrique Ponce: Balance: oreja, oreja, dos orejas y rabo, dos orejas y rabo e indulto, oreja y oreja
Ganadería: Juan Pedro Domecq/Núñez del Cuvillo
Enrique Ponce: Balance: oreja, oreja, dos orejas y rabo, dos orejas y rabo e indulto, oreja y oreja
Ganadería: Juan Pedro Domecq/Núñez del Cuvillo
CRÓNICA DE LA CORRIDA
Enrique Ponce ha firmado una tarde histórica en Istres, donde ha demostrado que matar seis toros en solitario no tiene que por qué ser una gesta épica -que lo es de por si- sino un ejercicio del alma y una oportunidad única de plasmar el toreo eterno hasta en seis ocasiones, con seis embestidas diferentes y con un balance monstruo de ocho orejas y dos rabos, además del indulto de uno de los toros. ¿Quién da más? Los aficionados de Istres tuvieron la suerte de vivir la que posiblemente sea la madre de todas las tardes de seis toros, la cumbre de Ponce en estado puro.
Enrique Ponce ha comenzado con muy buen pie la corrida en la que se enfrenta a seis toros en solitario esta tarde en la plaza francesa de Istres, donde ha sido recibido a plaza llena y con todos los honores y ha correspondido con un faenan a su primer toro que podía haberle valido las dos orejas de no tener que descabellar.
El paseíllo ha sido un momento único, ya que ha sonado la obertura de la ópera Carmen de Bizet con la marcha ‘Toreador’ interpretada por el tenor Frederic Corneille y el coro del Conservatorio de Burdeos. Al romperse el paseíllo, el alcalde y otras localidades locales le han rendido homenaje al torero.
El primero de la tarde ha sido un toro de Juan Pedro Domecq, bonito de hechuras y de noble comportamiento. En el capote solo se dejó en un quite por chicuelinas en el que Ponce toreó despacio. Lo vivido posteriormente ha sido un faenan inverosímil por el fuerte viento reinante en la plaza. Ponce tuvo la paciencia de esperar a que amainaran las rachas para cuajar al toro por ambos pitones, con la calidad, variedad y elegancia que le caracterizan. Fue una faena de dos orejas que se quedó en una por la necesidad de usar el descabello. El público siguió encantado el desarrollo de la faena, unauténtico milagro obrado por Ponce en este inicio de la tarde. Oreja.
La faena al segundo de la tarde, un toro temperamental de Núñez del Cuvillo ha sido de esas de gran enjundia e importancia que realiza Ponce habitualmente. Continuó molestando el viento y Ponce se las ha tenido que ver con un toro con mucho que torear que ha sido bien picado por José Palomares y muy bien lidiado por el propio maestro y Mariano de la Viña. Esto ha sido clave para la faena, en el que Ponce ha expuesto mucho, apostando con mucha verdad y ganando la partida de entrada al toro en los doblones por bajo. Magisterio de Ponce en este segundo de la tarde plasmado en una faena merecedora de nuevo de las dos orejas por su enorme dimensión torera. Ha sido el torero portentoso de las grandes ocasiones y ha terminado con pinchazo y estocada. Oreja.
Pero en el tercero de la tarde ha llegado la locura. Enrique Ponce ha sublimado el toreo en una faena histórica que se queda para el recuerdo de esta afición y entra en el libro de oro del torero. Este ha sido el segundo toro de Juan Pedro Domecq, que ha tenido temple y gran clase. La faena ha sido una maravilla de temple y lentitud, realizada a compás de la música de la banda sonora de la película 1492. Ponce ha sabido acoplarse a la música en todo momento y ha imprimido la cadencia de su toreo a este toro, al que para colmo ha matado en la suerte de recibir, pidiendo incluso que no cesara la música en este último trance. La faena ha provocado la locura colectiva en la plaza por ser una obra de esencias, de caricias y de temple exquisito, con un auténtico recital de toreo con la zurda y un final colosal de ayudados por alto. Dos orejas y rabo. Máximos trofeos para una faena histórica del maestro.
Cuando parecía que el maestro había llegado al techo artístico de la tarde, Ponce ha acrecentado su leyenda con un faenón al cuarto, un excelente toro de Cuvillo al que ha perdonado la vida. El toro se llama Esparraguero, número 20 y pesa 520 kilos. Si en el cuarto Ponce hizo un despliegue de clase y cadencia, en este sencillamente ha toreado a placer, con una naturalidad y un abandono total. Ponce se ha sentido más que en toda la tarde a los sones de Caridad del Guadalquivir, una marcha de la Semana Santa sevillana que ha creado un pórtico musical único para una obra sensacional. El torero se ha emborrachado literalmente de toreo en esta cuarta faena de la tarde y ha contagiado una emoción indescriptible al tendido, en el que se han visto a muchos aficionados llorando. Por fin el viento ha amainado y ha dejado al maestro expresar la esencia de su toreo en una tarde que ya, a estas alturas, se dibuja como una de las más grandes de Ponce en toda su vida. Dos orejas y rabo simbólicos e indulto del toro de Núñez del Cuvillo.
La celebración del indulto, con Salve rociera incluida, ha dado paso a la gran sorpresa de la tarde. Este gran acontecimiento se anunciaba como Corrida de Gala, y para hacer los honores, Ponce se ha cambiado y ha salido a torear los dos últimos toros de smokin. Al quinto, el último de los de Juan Pedro, lo ha toreado ya de esta guisa, en una imagen nunca antes vista en torero alguno. Ponce se ha encontrado con un animal que ha acusado bastante el puyazo recibido y que ha quedado sin fuerza. Sin embargo, el torero ha tirado de oficio y temple, lo ha rehecho y lo ha toreado con despaciosidad y buen gusto, siguiendo la ascendente línea artística de la tarde. Esta vez ha sonado El águila negra, un tema de gran popularidad en Francia, por lo que la faena ha sido seguida con deleite de nuevo por el público. Una oreja.
El sexto y tercero de los de Cuvillo no transmitió mucho, pero Ponce le puso todo lo que le faltaba. Tuvo un pitón izquierdo inservible, pero ni siquiera esta dificultad impidió a Ponce cerrar con un buen epílogo una tarde para la memoria del toreo. Sonó el Concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo en esta última faena, logrando Ponce de nuevo alcanzar el milagro de acompasar el toreo con la música clásica, piezas que sonaron durante toda la tarde y que dotaron de un ambiente distinto a una corrida para la historia. Oreja en este toro como colofón a una actuación sin fisuras ni físicas ni artísticas. (Fuente: WEP-Fotos: Emilio Méndez).
Enrique Ponce ha comenzado con muy buen pie la corrida en la que se enfrenta a seis toros en solitario esta tarde en la plaza francesa de Istres, donde ha sido recibido a plaza llena y con todos los honores y ha correspondido con un faenan a su primer toro que podía haberle valido las dos orejas de no tener que descabellar.
El paseíllo ha sido un momento único, ya que ha sonado la obertura de la ópera Carmen de Bizet con la marcha ‘Toreador’ interpretada por el tenor Frederic Corneille y el coro del Conservatorio de Burdeos. Al romperse el paseíllo, el alcalde y otras localidades locales le han rendido homenaje al torero.
El primero de la tarde ha sido un toro de Juan Pedro Domecq, bonito de hechuras y de noble comportamiento. En el capote solo se dejó en un quite por chicuelinas en el que Ponce toreó despacio. Lo vivido posteriormente ha sido un faenan inverosímil por el fuerte viento reinante en la plaza. Ponce tuvo la paciencia de esperar a que amainaran las rachas para cuajar al toro por ambos pitones, con la calidad, variedad y elegancia que le caracterizan. Fue una faena de dos orejas que se quedó en una por la necesidad de usar el descabello. El público siguió encantado el desarrollo de la faena, unauténtico milagro obrado por Ponce en este inicio de la tarde. Oreja.
La faena al segundo de la tarde, un toro temperamental de Núñez del Cuvillo ha sido de esas de gran enjundia e importancia que realiza Ponce habitualmente. Continuó molestando el viento y Ponce se las ha tenido que ver con un toro con mucho que torear que ha sido bien picado por José Palomares y muy bien lidiado por el propio maestro y Mariano de la Viña. Esto ha sido clave para la faena, en el que Ponce ha expuesto mucho, apostando con mucha verdad y ganando la partida de entrada al toro en los doblones por bajo. Magisterio de Ponce en este segundo de la tarde plasmado en una faena merecedora de nuevo de las dos orejas por su enorme dimensión torera. Ha sido el torero portentoso de las grandes ocasiones y ha terminado con pinchazo y estocada. Oreja.
Pero en el tercero de la tarde ha llegado la locura. Enrique Ponce ha sublimado el toreo en una faena histórica que se queda para el recuerdo de esta afición y entra en el libro de oro del torero. Este ha sido el segundo toro de Juan Pedro Domecq, que ha tenido temple y gran clase. La faena ha sido una maravilla de temple y lentitud, realizada a compás de la música de la banda sonora de la película 1492. Ponce ha sabido acoplarse a la música en todo momento y ha imprimido la cadencia de su toreo a este toro, al que para colmo ha matado en la suerte de recibir, pidiendo incluso que no cesara la música en este último trance. La faena ha provocado la locura colectiva en la plaza por ser una obra de esencias, de caricias y de temple exquisito, con un auténtico recital de toreo con la zurda y un final colosal de ayudados por alto. Dos orejas y rabo. Máximos trofeos para una faena histórica del maestro.
Cuando parecía que el maestro había llegado al techo artístico de la tarde, Ponce ha acrecentado su leyenda con un faenón al cuarto, un excelente toro de Cuvillo al que ha perdonado la vida. El toro se llama Esparraguero, número 20 y pesa 520 kilos. Si en el cuarto Ponce hizo un despliegue de clase y cadencia, en este sencillamente ha toreado a placer, con una naturalidad y un abandono total. Ponce se ha sentido más que en toda la tarde a los sones de Caridad del Guadalquivir, una marcha de la Semana Santa sevillana que ha creado un pórtico musical único para una obra sensacional. El torero se ha emborrachado literalmente de toreo en esta cuarta faena de la tarde y ha contagiado una emoción indescriptible al tendido, en el que se han visto a muchos aficionados llorando. Por fin el viento ha amainado y ha dejado al maestro expresar la esencia de su toreo en una tarde que ya, a estas alturas, se dibuja como una de las más grandes de Ponce en toda su vida. Dos orejas y rabo simbólicos e indulto del toro de Núñez del Cuvillo.
La celebración del indulto, con Salve rociera incluida, ha dado paso a la gran sorpresa de la tarde. Este gran acontecimiento se anunciaba como Corrida de Gala, y para hacer los honores, Ponce se ha cambiado y ha salido a torear los dos últimos toros de smokin. Al quinto, el último de los de Juan Pedro, lo ha toreado ya de esta guisa, en una imagen nunca antes vista en torero alguno. Ponce se ha encontrado con un animal que ha acusado bastante el puyazo recibido y que ha quedado sin fuerza. Sin embargo, el torero ha tirado de oficio y temple, lo ha rehecho y lo ha toreado con despaciosidad y buen gusto, siguiendo la ascendente línea artística de la tarde. Esta vez ha sonado El águila negra, un tema de gran popularidad en Francia, por lo que la faena ha sido seguida con deleite de nuevo por el público. Una oreja.
El sexto y tercero de los de Cuvillo no transmitió mucho, pero Ponce le puso todo lo que le faltaba. Tuvo un pitón izquierdo inservible, pero ni siquiera esta dificultad impidió a Ponce cerrar con un buen epílogo una tarde para la memoria del toreo. Sonó el Concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo en esta última faena, logrando Ponce de nuevo alcanzar el milagro de acompasar el toreo con la música clásica, piezas que sonaron durante toda la tarde y que dotaron de un ambiente distinto a una corrida para la historia. Oreja en este toro como colofón a una actuación sin fisuras ni físicas ni artísticas. (Fuente: WEP-Fotos: Emilio Méndez).
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