Benedicto XVI, en sus palabras dirigidas a los cientos de miles de muchachos asistentes que "no pasen de largo ante el sufrimiento humano" y aseguró que la cruz no es el desenlace de un fracaso.
"Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer", manifestó el Papa.
Era la primera vez que se celebraba un vía crucis en esta JMJ, cuyas meditaciones han escrito las monjas de las Hermanitas de la Cruz, de Sevilla. En su disertación, el Pontífice agregó que la pasión de Cristo impulsa a sus seguidores a cargar sobre los hombros el sufrimiento del mundo, "con la certeza de que Dios no es alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes".
Benedicto XVI les exhortó a pedir a Cristo, "colgado en el áspero madero", que les enseñe la sabiduría misteriosa de la cruz, "gracias a la cual el hombre vive". "La cruz no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que llega hasta la donación más inmensa de la propia vida". El Obispo de Roma destacó que las meditaciones de las Hermanitas de la Cruz, que sirven a los más pobres y menesterosos, facilitaron a los cientos de miles de presentes adentrarse en el misterio de la Cruz y agregó que en el camino hacia el Calvario también ayudó la contemplación de "estas extraordinarias imágenes del patrimonio religioso de las diócesis españolas".
"Son imágenes donde la fe y el arte se armonizan para llegar al corazón del hombre e invitarle a la conversión", añadió el Papa, que subrayó que los cristianos, siguiendo a Cristo, "debemos dar la vida por los hermanos".
El vía crucis transcurrió desde la plaza de Colón hasta la de Cibeles a todo lo largo del paseo de Recoletos, en el centro de Madrid. La Cruz de los Jóvenes fue la que procesionó durante el vía crucis. La llevaron en cada estación un grupo de diez jóvenes de otros tantos países donde la Iglesia sufre, bien por persecuciones, calamidades naturales o casos de pederastia. Fueron jóvenes de España, Tierra Santa, Egipto, India, Irak, Brasil, Italia, Albania, Ruanda, Burundi, Francia, Jordania, Haití y Japón.
Con la presencia de los jóvenes españoles se quiso recordar el terremoto que azotó a la ciudad de Lorca, que causó nueve muertos. Con los japoneses se recordó el fuerte terremoto y posterior tsunami que se cobró varias miles de fallecidos. Al final del vía crucis, todos los pasos, regresaron a sus respectivos templos. Hay que destacar la presencia del alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, y del arzobispo de Sevila, monseñor Juan José Asenjo, que formaron junto a los miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad de los Panaderos delante del paso de palio de la Virgen de Regla, durante toda la ceremonia. La procesión de regreso de la Virgen de Regla por las calles de Madrid, acompañada de cientos de personas, llevó tras el palio la Banda de Música de Nuestra Señora de Santa Ana, que interpretó clásicas marchas cofradieras. Una vuelta al templo del Carmen madrileño que fue como una "Madrugá" sevillana en la capital de España.
"Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer", manifestó el Papa.
Era la primera vez que se celebraba un vía crucis en esta JMJ, cuyas meditaciones han escrito las monjas de las Hermanitas de la Cruz, de Sevilla. En su disertación, el Pontífice agregó que la pasión de Cristo impulsa a sus seguidores a cargar sobre los hombros el sufrimiento del mundo, "con la certeza de que Dios no es alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes".
Benedicto XVI les exhortó a pedir a Cristo, "colgado en el áspero madero", que les enseñe la sabiduría misteriosa de la cruz, "gracias a la cual el hombre vive". "La cruz no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que llega hasta la donación más inmensa de la propia vida". El Obispo de Roma destacó que las meditaciones de las Hermanitas de la Cruz, que sirven a los más pobres y menesterosos, facilitaron a los cientos de miles de presentes adentrarse en el misterio de la Cruz y agregó que en el camino hacia el Calvario también ayudó la contemplación de "estas extraordinarias imágenes del patrimonio religioso de las diócesis españolas".
"Son imágenes donde la fe y el arte se armonizan para llegar al corazón del hombre e invitarle a la conversión", añadió el Papa, que subrayó que los cristianos, siguiendo a Cristo, "debemos dar la vida por los hermanos".
El vía crucis transcurrió desde la plaza de Colón hasta la de Cibeles a todo lo largo del paseo de Recoletos, en el centro de Madrid. La Cruz de los Jóvenes fue la que procesionó durante el vía crucis. La llevaron en cada estación un grupo de diez jóvenes de otros tantos países donde la Iglesia sufre, bien por persecuciones, calamidades naturales o casos de pederastia. Fueron jóvenes de España, Tierra Santa, Egipto, India, Irak, Brasil, Italia, Albania, Ruanda, Burundi, Francia, Jordania, Haití y Japón.
Con la presencia de los jóvenes españoles se quiso recordar el terremoto que azotó a la ciudad de Lorca, que causó nueve muertos. Con los japoneses se recordó el fuerte terremoto y posterior tsunami que se cobró varias miles de fallecidos. Al final del vía crucis, todos los pasos, regresaron a sus respectivos templos. Hay que destacar la presencia del alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, y del arzobispo de Sevila, monseñor Juan José Asenjo, que formaron junto a los miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad de los Panaderos delante del paso de palio de la Virgen de Regla, durante toda la ceremonia. La procesión de regreso de la Virgen de Regla por las calles de Madrid, acompañada de cientos de personas, llevó tras el palio la Banda de Música de Nuestra Señora de Santa Ana, que interpretó clásicas marchas cofradieras. Una vuelta al templo del Carmen madrileño que fue como una "Madrugá" sevillana en la capital de España.
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