FÚTBOL.- Los oportunos remates de dos “crakcs” del Sevilla marcaron la diferencia ante un crecido Villarreal
Sevilla, 3; Villarreal, 1.- Menos mal que el Sevilla cuenta con dos brillantes jugadores que saben decidir un partido en los momentos en los que el equipo tiene la soga al cuello. Los dos craks sevillistas, especialmente Fabiano, marcaron los tantos fundamentales para salir airosamente del enorme sufrimiento. Porque el Sevilla de Jiménez, cuando le entra la mandanga, parece que se lía la manta a la cabeza y brujulea por el campo con una sorprendente desorientación. Parecen sonámbulos.
Cuando marcó el Sevilla el primer gol, con buen acierto rematador de Luís Fabiano, los jugadores se dejaron ir del compromiso de este litigio, dejando la batuta a un animoso Villarreal, que se fue creciendo y creando graves problemas al cuadro de Jiménez. Un buen ritmo del Villarreal que arrolló.
Al Sevilla le cuesta un mundo hacer fútbol espectáculo. Carece de un cerebro en el centro del campo y juega a balones y lanzamientos hacia la delantera, donde se luce Navas con sus escapadas por el extremo.
Porque en este choque liguero en Nervión quien dominó el juego y las ocasiones fue el submarino amarillo. El cuadro visitante controló el centro del campo y de ahí partió un dominio absoluto, sin que el Sevilla pudiera poner orden y concierto.
El buen juego del Villarreal, dominador y con fútbol de clase, tuvo sus resultados en dos preciosos goles, que encajó Palop, de nuevo en la meta sevillista. Inesperadamente se puso el equipo levantino por delante ante la sorpresa de los seguidores locales. Pero la diferencia de calidad y control eran palpables.
Sufría el Sevilla porque no sabía cómo superar las complicaciones del juego. El Villarreal golpeó con merecimiento y justicia a un Sevilla que estaba descontrolado y poco apto para misiones más responsables. Lo que sucede es que el cuadro de Jiménez cuenta con sus dos craks para resolver cuando el equipo padece todos estos reveses. Luís Fabiano y Kanouté marcaron la diferencia. El acierto rematador de ambos delanteros acabaron con los sueños del cuadro levantino. Una vez que el Sevilla logró controlar el resultado, con los tres puntos cazados, el encuentro fue una insulsa disputa sobre la yerba. Los locales, perdiendo tiempo para rentabilizar la vuelta en el marcador, y el Villarreal, con un quiero y no puedo para poder pescar algo más en ese río revuelto.
Poco fútbol mostró el Sevilla en este partido. Es algo que se viene repitiendo encuentro tras encuentro. Incluso en los últimos partidos de la Champions. Se juega muy a ráfagas y se desconecta pronto, permitiendo que el rivales crezca y te armen la marimorena. El Villarreal, en este partido, estuvo a punto de dar un duro zarpazo. Y cuando enfrente tiene el Sevilla a un equipo que mueve la pelota y que tiene un centro del campo adecuado, el equipo que prepara el de Atrahal se desequilibra y parece desconectado de todos los principios del juego del balompié. Un equipo muerto.
Mucha fortuna está teniendo Manolo Jiménez, que como técnico está muy lejos de la calidad de los muchos jugadores que posee la plantilla del Sevilla. Tuvo que ser la salida de Adriano y en dos jugadas de estrategia los que dieron la vuelta al dolor y al sufrimiento. Pero en este deporte hay que hacer fútbol y jugar de verdad, y sin trucos, al bonito deporte del balompié. Esto nunca podrá conseguirlo el técnico actual del equipo de Nervión. Mucho arroz, --el equipo de fútbol, la buena plantilla--, para muy poco pollo.
Sevilla, 3; Villarreal, 1.- Menos mal que el Sevilla cuenta con dos brillantes jugadores que saben decidir un partido en los momentos en los que el equipo tiene la soga al cuello. Los dos craks sevillistas, especialmente Fabiano, marcaron los tantos fundamentales para salir airosamente del enorme sufrimiento. Porque el Sevilla de Jiménez, cuando le entra la mandanga, parece que se lía la manta a la cabeza y brujulea por el campo con una sorprendente desorientación. Parecen sonámbulos.
Cuando marcó el Sevilla el primer gol, con buen acierto rematador de Luís Fabiano, los jugadores se dejaron ir del compromiso de este litigio, dejando la batuta a un animoso Villarreal, que se fue creciendo y creando graves problemas al cuadro de Jiménez. Un buen ritmo del Villarreal que arrolló.
Al Sevilla le cuesta un mundo hacer fútbol espectáculo. Carece de un cerebro en el centro del campo y juega a balones y lanzamientos hacia la delantera, donde se luce Navas con sus escapadas por el extremo.
Porque en este choque liguero en Nervión quien dominó el juego y las ocasiones fue el submarino amarillo. El cuadro visitante controló el centro del campo y de ahí partió un dominio absoluto, sin que el Sevilla pudiera poner orden y concierto.
El buen juego del Villarreal, dominador y con fútbol de clase, tuvo sus resultados en dos preciosos goles, que encajó Palop, de nuevo en la meta sevillista. Inesperadamente se puso el equipo levantino por delante ante la sorpresa de los seguidores locales. Pero la diferencia de calidad y control eran palpables.
Sufría el Sevilla porque no sabía cómo superar las complicaciones del juego. El Villarreal golpeó con merecimiento y justicia a un Sevilla que estaba descontrolado y poco apto para misiones más responsables. Lo que sucede es que el cuadro de Jiménez cuenta con sus dos craks para resolver cuando el equipo padece todos estos reveses. Luís Fabiano y Kanouté marcaron la diferencia. El acierto rematador de ambos delanteros acabaron con los sueños del cuadro levantino. Una vez que el Sevilla logró controlar el resultado, con los tres puntos cazados, el encuentro fue una insulsa disputa sobre la yerba. Los locales, perdiendo tiempo para rentabilizar la vuelta en el marcador, y el Villarreal, con un quiero y no puedo para poder pescar algo más en ese río revuelto.
Poco fútbol mostró el Sevilla en este partido. Es algo que se viene repitiendo encuentro tras encuentro. Incluso en los últimos partidos de la Champions. Se juega muy a ráfagas y se desconecta pronto, permitiendo que el rivales crezca y te armen la marimorena. El Villarreal, en este partido, estuvo a punto de dar un duro zarpazo. Y cuando enfrente tiene el Sevilla a un equipo que mueve la pelota y que tiene un centro del campo adecuado, el equipo que prepara el de Atrahal se desequilibra y parece desconectado de todos los principios del juego del balompié. Un equipo muerto.
Mucha fortuna está teniendo Manolo Jiménez, que como técnico está muy lejos de la calidad de los muchos jugadores que posee la plantilla del Sevilla. Tuvo que ser la salida de Adriano y en dos jugadas de estrategia los que dieron la vuelta al dolor y al sufrimiento. Pero en este deporte hay que hacer fútbol y jugar de verdad, y sin trucos, al bonito deporte del balompié. Esto nunca podrá conseguirlo el técnico actual del equipo de Nervión. Mucho arroz, --el equipo de fútbol, la buena plantilla--, para muy poco pollo.
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