El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica que sufren personas que han padecido un secuestro. Consiste en desarrollar hacia los captores un vínculo afectivo. La victima agradece como un acto humanitario de los secuestradores el hecho de no sufrir violencia física, pasando por alto la violencia psicológica hasta el extremo de terminar tomando parte por ellos en lugar de valorar el trabajo policial.
Algo de eso empieza a pasar en España a cuenta de la situación económica. Me explicaré: empiezan ya a lanzarse, por parte del gobierno, mensajes que anuncian la recuperación económica. Algo parecido a lo que intentó Zapatero por boca de Elena Salgado, ambos de infausto recuerdo, cuando anunciaron los, entonces tan cacareados “brotes verdes”, después de haber negado, una y mil veces, la existencia de la crisis. Pretendieron convencernos a todos de que su política económica empezaba a dar resultado, algo que para nuestra desgracia no ocurrió, entre otras razones porque las supuestas medidas “keynesianas” de fomento de la actividad económica mediante inversiones públicas no dieron resultado. Y digo supuestas medidas, porque de acuerdo con muchos analistas el problema de las políticas de Zapatero adolecieron precisamente de lo que precisamente pretendían lograr; fueron medidas populistas antes que medidas “keynesianas”.
El Plan E, con ingentes inversiones públicas improductivas, la deducción casi generalizada de los 400 euros para fomentar el consumo, el cheque bebé de 2.500 euros entregado de forma indiscriminada tanto a ricos como a pobres, y otras medidas fomentadas por el PSOE, como la creación del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria) para inyectar dinero al sistema financiero y salvar a la banca, solo sirvieron para descapitalizar al estado, y por ende condenar a las empresas y a las familias a una restricción total del crédito. La última jugada del lumbreras de Zapatero fue pactar con el PP la modificación del artículo 135 de la Constitución que nos obliga, desde entonces, a dar prioridad absoluta al pago de la deuda y a la estabilidad presupuestaria a toda costa.
La llegada del PP al poder, ha traído una nueva política económica, en cierta forma continuista con la anterior, ya que se ha dedicado a aplicar a rajatabla la reforma constitucional. El principio de estabilidad presupuestaria aplicado sin piedad por el gobierno de Rajoy es la terapia neoliberal para salir de la crisis. Es la teoría económica propia de los gobiernos conservadores europeos capitaneados por la canciller Ángela Merkel. Todo lo reducen al largo plazo; tomar medidas contundentes ahora para que a la larga todo se resuelva. Es como si incendiáramos el monte para eliminar una mala hierba. Es cierto que al final, a poco que llueva, aparecerán los brotes verdes, ¿pero a costa de qué? ¿a costa del sufrimiento de cuántos? Lo sangrante de todo esto es que algunos empiezan ya a ver la botella medio llena, cuando realmente está prácticamente vacía. Esperemos que sean pocos los que, cuando llegue el momento, padezcan el síndrome de Estocolmo. Porque sería muy triste que cuando esto empiece a mejorar, después de que hayan arrasado con casi todo, la gente se olvide del paro, de los desahucios, de los recortes en las pensiones, en la sanidad, en la dependencia o en la educación. Sería triste que los que han cargado con el peso de la crisis, mientras unos y otros salvaban a la banca, terminen tomando partido por los que han tenido secuestradas sus esperanzas y sus ilusiones.
* Manuel Visglerio, Secretario Provincial del PA de Sevilla
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