Junto al cardenal, han concelebrado el obispo auxiliar de Sevilla, monseñor Santiago Gómez; el obispo de Asidonia-Jerez, monseñor José Mazuelos; el Cabildo Catedral y unos sesenta sacerdotes.
“Qué mejor tumba y reposo que los corazones de los que te han conocido”. De esta forma ha comenzado su homilía mons. Amigo, quien ha destacado la entrega de Navarro a los demás en las distintas responsabilidades que tuvo a lo largo de su vida: “Hizo de la Catedral cátedra y escuela, haciéndola manantial de cultura y también casa de los pobres”. En esta línea, ha destacado que “desde la Catedral salieron ayudas para luchar contra el paro, pero todo queda empequeñecido ante lo más grande de su vida: su ser sacerdote de Jesucristo”. “Puso su inteligencia al servicio de los demás, a su bienestar. La palabra que recibió de Dios la ha devuelto con mucho fruto. Alimentó a los pobres con el pan que Dios le dio”, añadió.
Concluyó la homilía subrayando que “la muerte no nos mata, pero nos deja heridos. La de Cristo es bálsamo que cicatriza esas heridas”. Y finalizó con una invocación a la patrona de Sevilla: “el manto de la Virgen de los Reyes es amparo para la Iglesia de Sevilla. Y entre ellos los pobres, y los más pobres son los sacerdotes. A ella encomendamos a nuestro hermano, le habrá recibido a la puerta y le habrá dicho que le ama tanto como a su Hijo, porque es su sacerdote”, concluyó.
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