En este sentido, la delegada de Cultura María del Mar Sánchez Estrella, ha declarado que “se trata de una exposición sobre una de las expresiones artísticas más ricas y poliédricas del siglo XIX, además de ser un movimiento artístico muy conocido internacionalmente. El japonismo en España nació hacia la década de 1870, con obras tan diversas como las de Fortuny, Picasso o Miró”.
De la mima manera, Sánchez Estrella ha destacado que, “el documento cedido por el Ayuntamiento de Sevilla, ‘Carta Japonesa’, es un documento realmente excepcional. Se trata de un diploma japonés que constituye uno de los testimonios más significativos que se han conservado de la embajada que en 1613 envió el daimio Masamune, a través de la expedición Keycho, al Rey Felipe III, expresándole su intención de proponerle el establecimiento de relaciones comerciales, basadas en la consideración de Sevilla como uno de los puertos más importantes de la época”.
Asimismo, la delegada de cultura, ha explicado que “el documento está escrito en tinta negra sobre un rectángulo de papel de arroz, 367 x 954 mm. La escritura, en líneas verticales de derecha a izquierda, se destaca sobre el fondo decorativo con motivos vegetales y con punteados de oro y plata. Está fechada en la ciudad de Sendai el día 26 de octubre de 1613.
Por último, María del Mar Sánchez Estrella ha apostillado que “se trata de un documento de gran solemnidad, procedente de una cancillería señorial japonesa, cuyos caracteres externos son muy similares a la carta que el mismo señor dirigió al papa Paulo V en la misma embajada, conservada en el Archivo Vaticano”.
SEVILLA Y JAPON, 400 AÑOS DE HISTORIA
28 de octubre de 1613. De Sendai, en la costa nororiental de Japon, salió hacia Méjico el San Juan Bautista, un navío construido por Date Masamune, señor del “reino” de Mutsu, célebre por sus éxitos militares y por su carácter emprendedor. Así comenzó el largo viaje de una embajada que tenía tres puntos de destino fundamentales: Sevilla, capital del comercio con las Indias; Madrid, residencia del rey Felipe III, y Roma, la sede del papa Pablo V. Durante siete años, conocidos en la cultura japonesa como Misión Keicho (1613-1620), los embajadores de Masamune y su séquito realizaron un itinerario realmente impresionante, atravesando por dos veces los océanos Pacífico y Atlántico, navegando por el Mediterráneo y recorriendo Méjico, España, la costa francesa e Italia. Esta aventura fascinante debe situarse en el contexto de lo que se conoce como “el siglo cristiano de la historia de Japón (1543-1640)”, período comprendido entre el comienzo de los contactos con Occidente y la supresión de éstos a raíz de la prohibición del cristianismo en las islas.
Los protagonistas de la misión, además de Masamune, uno de los más poderosos daimyos (señores feudales) de su época, fueron su embajador el noble samurai Hasekura y el sevillano fray Luis Sotelo. Este último, misionero franciscano, pertenecía a una ilustre familia de Sevilla. El fraile sevillano convirtió al cristianismo a Masamune y lo convenció para financiar la embajada, al objeto de solicitar al papa nuevos impulsos para favorecer la cristianización y al rey español y a Sevilla ayuda para establecer relaciones comerciales directas entre los territorios de Masamune y los dominios españoles. Sotelo tuvo además un papel fundamental como traductor y como intermediario privilegiado con los tres destinatarios de la misión diplomática. Sus actuaciones revelan un hondo compromiso con sus convicciones religiosas, mezcladas con unos proyectos personales defendidos con tanta energía como soberbia.
Entre los testimonios que han llegado hasta nuestros días de esta embajada destaca el documento conservado en el Archivo Municipal de Sevilla. Esta “carta japonesa” fue escrita por el propio Masamune, pretendiendo establecer relaciones amistosas y comerciales con Sevilla, a la que califica como “la más conocida y muy ilustre entre las naciones del mundo”. El documento, en papel de arroz, sorprende no sólo por su contenido y su tamaño sino también por su decoración a base de elegantes elementos vegetales y punteados de oro y plata. Es un documento y a la vez un regalo realmente excepcional.
La embajada arribó a Sanlúcar y de aquí pasó a Coria del Río, permaneciendo en Sevilla algo más de un mes, desde 21 de octubre al 25 de noviembre de 1614. Su llegada despertó una gran expectación, en especial al pasar por Triana y al atravesar el puente de barcas. Al otro lado del puente la esperaba el Cabildo municipal, con el asistente a la cabeza, y toda la nobleza de la ciudad, que escoltaron hasta el Alcázar al extraño séquito, vestido a la usanza japonesa y con rosarios al cuello, entre los aplausos de la gente que se agolpaba en las calles. El día 27 fueron recibidos oficialmente por el Cabildo municipal, en un acto solemne donde Hasekura entregó a la ciudad tres valiosos objetos de Masamune: la carta, una daga y una catana.
28 de octubre de 1613. De Sendai, en la costa nororiental de Japon, salió hacia Méjico el San Juan Bautista, un navío construido por Date Masamune, señor del “reino” de Mutsu, célebre por sus éxitos militares y por su carácter emprendedor. Así comenzó el largo viaje de una embajada que tenía tres puntos de destino fundamentales: Sevilla, capital del comercio con las Indias; Madrid, residencia del rey Felipe III, y Roma, la sede del papa Pablo V. Durante siete años, conocidos en la cultura japonesa como Misión Keicho (1613-1620), los embajadores de Masamune y su séquito realizaron un itinerario realmente impresionante, atravesando por dos veces los océanos Pacífico y Atlántico, navegando por el Mediterráneo y recorriendo Méjico, España, la costa francesa e Italia. Esta aventura fascinante debe situarse en el contexto de lo que se conoce como “el siglo cristiano de la historia de Japón (1543-1640)”, período comprendido entre el comienzo de los contactos con Occidente y la supresión de éstos a raíz de la prohibición del cristianismo en las islas.
Los protagonistas de la misión, además de Masamune, uno de los más poderosos daimyos (señores feudales) de su época, fueron su embajador el noble samurai Hasekura y el sevillano fray Luis Sotelo. Este último, misionero franciscano, pertenecía a una ilustre familia de Sevilla. El fraile sevillano convirtió al cristianismo a Masamune y lo convenció para financiar la embajada, al objeto de solicitar al papa nuevos impulsos para favorecer la cristianización y al rey español y a Sevilla ayuda para establecer relaciones comerciales directas entre los territorios de Masamune y los dominios españoles. Sotelo tuvo además un papel fundamental como traductor y como intermediario privilegiado con los tres destinatarios de la misión diplomática. Sus actuaciones revelan un hondo compromiso con sus convicciones religiosas, mezcladas con unos proyectos personales defendidos con tanta energía como soberbia.
Entre los testimonios que han llegado hasta nuestros días de esta embajada destaca el documento conservado en el Archivo Municipal de Sevilla. Esta “carta japonesa” fue escrita por el propio Masamune, pretendiendo establecer relaciones amistosas y comerciales con Sevilla, a la que califica como “la más conocida y muy ilustre entre las naciones del mundo”. El documento, en papel de arroz, sorprende no sólo por su contenido y su tamaño sino también por su decoración a base de elegantes elementos vegetales y punteados de oro y plata. Es un documento y a la vez un regalo realmente excepcional.
La embajada arribó a Sanlúcar y de aquí pasó a Coria del Río, permaneciendo en Sevilla algo más de un mes, desde 21 de octubre al 25 de noviembre de 1614. Su llegada despertó una gran expectación, en especial al pasar por Triana y al atravesar el puente de barcas. Al otro lado del puente la esperaba el Cabildo municipal, con el asistente a la cabeza, y toda la nobleza de la ciudad, que escoltaron hasta el Alcázar al extraño séquito, vestido a la usanza japonesa y con rosarios al cuello, entre los aplausos de la gente que se agolpaba en las calles. El día 27 fueron recibidos oficialmente por el Cabildo municipal, en un acto solemne donde Hasekura entregó a la ciudad tres valiosos objetos de Masamune: la carta, una daga y una catana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario