miércoles, 22 de abril de 2015

OPINIÓN.- Cuando afeamos el paisaje, por Marisol Buero Martínez


Desde la Avenida de Eritaña, ahora de la Guardia Civil, se puede contemplar hacia el Oeste un hermoso horizonte cuando atardece. Sólo algunos altos árboles y las siluetas del Pabellón de Marruecos y de la Autoridad Portuaria, tímidamente escondidos entre árboles en un lateral, ocupan el espacio. Desgraciadamente, hace unos días han colocado en esta zona una noria panorámica lo que provoca un impacto visual negativo de contaminación y afea de gran manera la contemplación de la ciudad. Este hermoso entorno, planificado durante las reformas para la exposición Iberoamericana de 1929, está sufriendo un gran deterioro, junto a la pérdida de jardines y arbolado como el que existía en la Clínica de Fátima. Todo nos indica una total ausencia de sensibilidad por parte de nuestros responsables.
El horizonte de la ciudad se contamina visualmente con edificios y elementos que rompen la contemplación relajada de una panorámica tranquila y llana de la ciudad, sin estridencias, como la producida por esta noria y por la impactante Torre Pelli. Si a ello sumamos que los grandes árboles, los de mayor porte, como los eucaliptos y palmeras, están desapareciendo por enfermedades incontrolables y que peligran asimismo los que viven en la otra orilla ante el proyecto de construcción de un futuro auditorio, por cierto innecesario, está claro que este lugar en poco tiempo perderá por completo su encanto.
¿Qué nos espera a la larga? ¿Sustituir el arbolado por elementos o artilugios estrambóticos, como esta noria que puede verse de manera permanente desde el puente de Triana, con el único fin de sacar algún rendimiento económico? Apelamos al corazón, al respeto a la herencia de nuestros abuelos, a lo hermoso que hemos recibido de nuestro antiguo paisaje natural del Guadalquivir como regalo a las generaciones venideras.

* Marisol Buero Martínez. (Asociación Amigos de los Jardines de La Oliva).

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