Parece mentira que los políticos de nuestro Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla se estén quebrando los cascos para tomar el acuerdo de ampliar unos días más la Feria de Abril, adelantando la prueba o encendido del alumbrao al viernes anterior a la semana del festejo. Serranito, dale al botoncito. Hasta el PSOE pide un referéndum para llevar a efecto la idea de prolongar las jornadas en el Real de Los Remedios. Tal vez la manzanilla y el rebujito se les hayan subido a la cabeza a nuestros representantes o el baile y el cante por sevillanas los tienen ya confundidos con tanta bulla. Creo que no está el patio sevillano para gastar el tiempo en debatir este forzado estiramiento de la Feria. En nuestra ciudad hay actualmente otros graves problemas que tienen mucha más trascendencia. Lo más urgente ahora es estudiar y debatir la forma de reducir el paro y resolver seriamente todas las necesidades que tienen las barriadas de Sevilla.
Cuando el vasco José María Ybarra y el catalán Narciso Bonaplata lograron inaugurar en 1847 la primera Feria de Abril en los terrenos del histórico Prado de San Sebastián solo duraba el festejo tres días y se celebraba casi inmediatamente después de la Semana Santa. De tomar la cruz y sígueme con los cirios encendidos, la saeta y la penitencia en los días de la pasión, se pasaba de forma inmediata al alboroto en la caseta para vivir con intensidad la fiesta. Aunque la propuesta de aquellos dos empresarios al Cabildo Municipal fue para celebrar una feria ganadera y entre trato y trato brindar bajo las lonas listadas por el acuerdo económico que se festejaba con fiesta grande, desde hace ya muchos años solo quedó lo que ahora se vive plenamente en el internacional festejo.
Pero Sevilla siempre ha sabido tomar las justas medidas de las cosas para evitar que todo se desborde. Ahí están los palios de nuestras Dolorosas y los “barcos” que portan nuestros grandes misterios de la Pasión. Sevilla evita en todo momento cualquier exceso. El mismo silencio en la Maestranza durante el encuentro del matador con el toro que solo se rompe cuando la faena alcanza su plenitud y suena la música es fiel reflejo de la dimensión que Sevilla sabe dar a todos los acontecimientos. Por tanto, dejemos la Fiesta, con mayúscula, en paz. Está en su justa medida. A la medida de Sevilla.
FERNANDO GELÁN
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