Alberto García Reyes y Antonio Burgos siguen erre que erre con el sábado a sabadete de la Feria que ha proclamado el “rey” Espadas para esta Sevilla del siglo XXI. El primero es un chaval joven al que se le pueden perdonar aún todas sus dudas. Pero el segundo, el veterano columnista, está ya más desfasao que el baúl de la Piquer. Ahora parece que forma parte de la cuadrilla de Curro Romero, porque sigue al Faraón de Camas en todos sus paseíllos. Lo cierto es que ambos letristas no conocen a fondo la historia de la Feria de Sevilla. El certamen nació para el comercio del ganado y tomar luego unas copitas bajo las lonas de los chiringuitos que se montaban en el Prado de San Sebastián. Allí no había aún ni lunes del pescaíto ni noche del alumbrado, sino la sana o la picaresca habilidad de vender todo el ganado que se exponía en aquellas praderas. Luego, ya se sabe, se intentó mantener el origen comercial con la creación de una Feria de Muestras.
Pero el invento de Narciso Bonaplana y José María Ybarra que se hizo realidad en el año 1847 y que contó con la firma de la reina Isabel II quedó en el transcurso de los años en la actual celebración festiva. Es decir, en el cante y baile por sevillanas, en el paseo de caballistas y en el tránsito de carruajes y coches enjaezados. Ahora, en este siglo XXI, cuando el “rey” Espadas quiere firmar lo que ha sido norma durante el siglo y pico largo de vida e historia de la Feria de Sevilla --hasta hubo un lunes de resaca--, los dos compañeros afilan sus garras periodísticas para zumbar en los papeles contra el proyecto del primer edil del Ayuntamiento hispalense. El lamento de Alberto hace referencia a las fechas de celebración de los lunes del pescaíto, la noche del alumbrado y el lanzamiento al cielo de Sevilla de los fuegos artificiales. Antonio, en su última creación literaria, critica el referéndum para que los sevillanos participen en el proyecto del cambio. La Feria es de Sevilla y de sus sevillanos. Ellos han de tener voz y voto porque la empresa que monta el Real es la municipal.
La Feria en estos 169 años de vida --170 en el 2017--, ha tenido grandes y numerosas transformaciones. Certamen ganadero y agrícola en el Prado, traslado a Los Remedios, lunes de resaca, de tres a seis días… Ahora se quiere volver a su origen comercial. Aprovechar el turismo. Hacer caja para mejorar la economía de muchos establecimientos y mejorar y aumentar el empleo. Sevilla ha sabido adaptarse a todas las circunstancias. Y habrá sábado de pescaíto, sábado de alumbrado y sabadete de explosión pirotécnica, con los mágicos fuegos artificiales.
Es posible que de haber sido la idea del “rey” popular Zoido, estos cantores Híspalis, los ilustres compañeros, estarían batiendo palmas por sevillanas. A mí no me parece nada mal ocho días de júbilo y fiesta. El sevillano siempre responde, según la historia y la tradición de esta fiesta universal.
FERNANDO GELÁN.
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