sábado, 12 de abril de 2008

Fraude ganadero en la reanudación de las corridas del ciclo de Feria en la Real Maestranza

Una, dos y tres. Tres corridas suspendidas, la última con escándalo y polémica –le ha costado su cargo al presidente –ya ex presidente--, Antonio Pulido, que armó la marimorena en la tarde del pasado jueves.
Pero este viernes, 11, salió el sol y ya no había motivos para otro descalabro, léase nueva suspensión. El ruedo estaba brillante e imperial. El ambiente en las gradas, con lleno total, era espectacular. Se reanudaba el ciclo taurino de la Feria, con un festejo muy atractivo y con ganas de ver toros.
Cuando los toreros de la terna iniciaron el paseíllo había sorpresa y admiración. Pocas veces, o ninguna, se han suspendido tres festejos taurinos seguidos. Y, sobre todo, el último, con todo el problema que se produjo entre presidente, toreros y fuerzas del orden público.
Pero se pasó página y había deseos de centrarse en la corrida de hoy, porque, además, estaba El Cid Campeador y Miguel Ángel Perera, que había sido uno de los últimos triunfadores de este ciclo. Completaba el cartel un esperado Curro Díaz.
Pero la tarde-noche, porque el festejo se prolongó durante tres largas horas, fue decepcionante para todos los aficionados y seguidores. Fraude ganadero –y van más que corridas suspendidas--, porque las mansas e inválidas reses de Juan Pedro Domecq dieron un malísimo juego en el albero del Baratillo. Vaya tela marinera. Triles de Juan Pedro Domecq a toreros y al respetable. Morlacos como burros, a pesar de la buena presencia. Pero el ganado, llamado por el propio responsable, “toros artistas”, no fue artículo adecuado y positivo para la Real Maestranza. Demetrio Pérez, de la Delegación de Gobierno de la Junta de Andalucía, al igual que cesó a Pulido, ha de abrir un fuerte expediente al ganadero porque lo que se intentó lidiar en el Coso del Baratillo, después de tres días sin festejos, es para decretar algo más que una fuerte sanción.
El deseo y la voluntad de Curro Díaz, la calidad y el temple reconocido de El Cid y la huella que dejó Perera no tuvieron el desarrollo deseado por estos espadas y por el público que cubría los tendidos, esperando pacientemente gozar con la fiesta. Pero el ganado no servía para una buena lidia. Tres mansos, tres bueyes, tres burros fueron devueltos por mansos e inválidos. Por tres veces se repitió la aburrida y larga faena de conducir a los chiqueros los toros devueltos por la presidenta Anabel Moreno. Como los cabestros no se llevaban a los mulos de Juan Pedro Domecq a los toriles, tuvo que ser el cabestrero, en las tres ocasiones, quien personalmente ejecutara esta operación. Desde el callejón, utilizando la chaquetilla como improvisada muleta y citando al toro tras las tablas, le fue dando a las reses varios pases por alto hasta conducirlas directamente a los toriles. Aplausos del público al cabestrero.
Fue el “triunfador” –entre comillas--, de la absurda y desgraciada tarde del fraude ganadero. El respetable, con chanza, le gritó al cabestrero lo de torero, torero y parte del público hasta sacó sus pañuelos, para solicitar en broma una oreja para quien ahora maneja estos mansos. De pena. Del Herodes de ayer jueves, con la suspensión, se entró en este maldito jueves en Pilatos. Vía-Crucis ganadero en la Maestranza.
Fue un festejo tostónico, con unos toros insufribles. Curro Díaz, en su primero, hasta sufrió un peligroso achuchón. El Cid, en sus dos morlacos, solamente exhibió ligeros detalles con la mano izquierda y pare usted de contar. Además, preocupante, está fallando esta temporada con la espada. Miguel Ángel Perera, del cual se esperaba mucho y más por la revolución pasada, no pudo enriquecer su anterior jornada triunfal. Los toros se derrumbaron a sus pies, sin poder hacer una lidia legal.
Decir que fueron devueltos a los corrales el primer toro de El Cid; el primero y el segundo de Miguel Ángel Perera, aunque nada cambió este trueque, porque los tres sobreros procedentes de la Dehesilla, Pereda y El Serrano fueron más de lo mismo de malos que los decepcionantes y desesperantes morlacos de Juan Pedro. Tanto tiempo tardó esta corrida que un espectador que estaba a nuestro lado exclamó: “Llevó sentado aquí más tiempo que la Virgen de los Reyes”.

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