domingo, 27 de agosto de 2017

Casi todos los parques de Sevilla cuentan con ejemplares del arce negundo, un árbol bien representado en nuestra ciudad

El arce negundo es un árbol que está bien representado en Sevilla, pues casi todos los parques cuentan con algún ejemplar; también lo podemos contemplar en las calles Padre García Tejero y Uruguay, según el in forme realizado por Jacinto Martínez, presidente de la Asociación de Amigos de los Jardines de la Oliva.
Su nombre científico es Acer negundo L. --recoge Jacinto Martínez--, y pertenece a la familia de las Aceráceas. Es originario de Norteamérica y, de forma particular, se encuentra en las cuencas de los ríos Misisipi y Ohio, donde forma grandes bosques. Con respecto a su crecimiento, se puede catalogar como de rápido en la primera década de su vida, ya que después su crecimiento se modera; por otra parte, raramente supera los 15 m de altura y es poco longevo, ya que no suele vivir más de ochenta años de vida. Su copa, formada por ramas erguidas, es ancha y de aspecto irregular; su tronco es delgado y bastante recto, y su corteza, que es de color pardo grisáceo, es casi lisa, incluso en ejemplares adultos. Por otra parte, no le gustan los terrenos calcáreos, pero sí los suelos húmedos y profundos y, sobre todo, prefiere una exposición en semisombra. Otra característica que posee este árbol es que es resistente las heladas, tanto es así, que es capaz de resistir temperaturas de -30ºC; en cambio, tiene el inconveniente de que sus raíces son poco profundas, lo que hace que sea incapaz de soportar fuertes vientos. En tiempos pasados, se extraía de este árbol el jarabe de arce.
Sus hojas, que suelen medir entre 13 y 25 cm de longitud y disponen de un pecíolo que mide unos 8 cm, son caducas, opuestas y compuestas imperipinnadas, con tres o cinco (y rara vez siete) folíolos de color verde claro; estos folíolos tienen forma ovada, aunque algo asimétrica, con las nerviaciones bien visibles y los bordes desigualmente dentados; el foliolo terminal suele tener tres lóbulos. Es evidente que estas hojas son diferentes a las típicas hojas palmeadas de los arces. Su color otoñal es amarillo claro.
Sus flores, al tratarse de una especie dioica, se presentan en sexos separados; aparecen en inflorescencias axilares en las ramitas del año anterior, al final del invierno y principios de la primavera, antes de que broten las hojas. Las femeninas, que forman racimos colgantes de 10 a 15 flores juntas, son de color amarillo verdoso, largamente pecioladas, apétalas y disponen de 4 a 5 sépalos; las masculinas forman haces y disponen de 4 a 6 estambres libres con las anteras de color purpúreo y que miden entre 2 y 4 mm de largo.
Sus frutos son dobles sámaras (disámaras) --finaliza el trabajo del presidente de la Asociación Amigos de los Jardines de la Oliva--, que están dispuestos en abundantes racimos colgantes (una característica propia de los arces); estas sámaras suelen permanecer en el árbol hasta mediados del invierno. Las alas de las sámaras, generalmente curvadas y algo retorcidas hacia dentro, se estrechan antes de llegar al aquenio, pero con la cavidad dirigida hacia el eje central, formando un ángulo bastante agudo; esta disposición permite al fruto girar sobre sí mismo en espiral, con el fin de retardar su caída sobre tierra. Las sámaras suelen medir de 3 a 5 cm de longitud y guardan dos semillas en su interior. 

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