Después de casi dos hora y media de sufrimiento, poco hay que contar sobre esta decepcionante y sufrida corrida, tercera del abono de la temporada, y que se celebró en la Plaza de Toros de la Real Maestranza. Falló de forma estrepitosa el ganado de la divisa de Dolores Aguirre y los tres matadores, a pesar de sus buenos deseos y de sus constantes intentos de agradar y sacar petróleo de los pozos secos, fueron incapaces de superar la falta de casta y trapío y la total mansedumbre de las odiosas reses. A pesar de que se llegó a lidiar un sobrero, ningún toro de la ganadera fue apto para la lidia en una plaza de la categoría de la de Sevilla. Además, la jornada se hizo eterna porque las faenas se prolongaron por culpa de un ganado imposible de lidiar. El segundo del lote de Salvador Cortés --"Carafeo"--, hubo que matarlo en el ruedo entre el puntillero y algún pinchazo del Mairena del Aljarafe. Hasta cuatro veces se echó sobre el amarillo albero el toro "Carafeo", que jamás quiso pelear frente al torero sevillano. Un balance triste. Casi hay que escribir una crónica de sucesos más que de toros. A pesar de la buena voluntad de la terna, ninguno de los tres matadores pudieron completar sus ganar de ofrecer buenas faenas para poder revolucionar e decaído ambiente. Hubo ligerísimos detalles, pero los morlacos daban unos sustos tremendos, aparte de su mansedumbre, su falta total de casta, fuerza y empaque. 
Antonio Barrera escuchó avisos en sus dos toros, aunque por la voluntad puesta en su segundo fue aplaudido, saliendo a saludar desde a los medios; Salvador Cortés, que nada pudo hacer con el primer marrajo, también escuchó un aviso en el toro que se echó a dormir sobre el albero cuatro veces; y Alberto Aguilar tuvo que entrar a matar tres veces en el primer toro y otras tantas en el segundo de su lote, sexto de la tarde, escuchando asimismo, en esta última faena, otro recado de un presidente, Julián Salguero, que estuvo muy dubitativo durante todo el desastroso festejo taurino.
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