Me he alegrado un montón de que José Ortega Cano, a sus sesenta y dos años, haya decidido volver a colocarse un traje de luces y ponerse delante de un morlaco.
Ya se sabe que no hay tope para la edad de la jubilación. Hasta se ha ampliado los años en estos últimos tiempos. Antes, en cualquier profesión, a los 65 años te tenías que cortar la coleta. Ahora no importa la edad.
Lo más importante son las ganas, el deseo, la entrega, el valor, la fantasía y la magia…
Que le quiten todo lo “bailao” a Ortega Cano. A sus sesenta y dos años quiere dar sus verónicas, sus quites, sus revoleras, sus naturales y, si es posible, cortar las dos orejas y el rabo tras un buen espadazo. Curro Romero nuestro Curro de Camas, tenía más de sesenta y cinco años cuando en La Algaba, en un festival,dijo adiós a los toros. Despacito, despacito, la fiesta tiene su edad para gente como Ortega Cano y otros muchos más, que quieren gozar y disfrutar en los ruedos de las plazas que cubren nuestra geografía taurina, para que la afición viva momentos de gloria ante toreros, como es el caso de Ortega Cano, que sigue vivito y coleando con el sano fin de ofrecer todo el tarrito de sus esencias.
No hay que cerrar puertas a nadie. Dejad que los aficionados se acerquen a él y juzguen y acepten los deseos de quien tuvo y retuvo durante sus mejores años en el mundo de la tauromaquia. El gran deseo, la máxima aspiración de Ortega Cano, ante tantos palos en contra que está recibiendo últimamente la fiesta de los toros, es demostrar que aún dispone de genio y figura hasta la sepultura.
FERNANDO GELAN.-
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