FÚTBOL.- La brillante y heroica actuación de Palop en Getafe pone al Sevilla en la final de la Copa del Rey
Getafe, 1; Sevilla F.C., 0.-
Al final del encuentro, cuando el juez de la contienda pitó el final del choque, Palop –Sanpalop--, besó el escudo del Sevilla de su camisola y miró con picardía y júbilo a los aficionados blancos que se habían desplazado hasta Madrid. Había sido el héroe del choque. Palop fue el “súper” portero que ha colocado a su equipo en esa final del torneo del K.O.
Porque el cuadro de Jiménez jugó mal. Hacerlo peor era imposible. No se sabe si fue el sombrero-amuleto de José María del Nido quien le dio magia al equipo de Nervión, para soslayar la contundencia del “Geta”. Las estadísticas son rotundas. Más de setenta veces llegó el Getafe, con más de doce oportunidades de gol, mientras el Sevilla sólo pisó el área local en tres o cuatro ocasiones, con una sola ocasión para marcar.
La clave de este pase del Sevilla a la final de la Copa –la séptima vez en cinco años--, ha sido, sin duda alguna, la brillante y heroica actuación del portero del Sevilla, metiendo manos prodigiosas y adelantándose siempre, con calidad, clase y oportunidad, en los manos a manos dentro del área. Fue el gran capitán del equipo en este choque y, sin duda alguna, en los anteriores partidos del torneo copero.
Este partido fue totalmente dominado por el Getafe de principio a fin. Con juego valiente, con clase, temple, remate, pero sin goles. Los hombres de Michel dieron en todo momento una gran lección de fútbol. Los futbolistas de Nervión estuvieron siempre a remolque, aturdidos, entregados, superados y ridiculizados. Ante los grandes fallos y errores generales del once de Jiménez –expulsado en la primera parte--, únicamente estaba Palop y sus santas manos y a sus santos y milagrosos pies.
Era sorprendente que el cuadro de Nervión con esa ventaja del dos a cero del litigio de ida en Sevilla, se dejara comer todos los terrenos. Nerviosos, dubitativos, faltos de reacción, lentos, imprecisos, vulnerables. No se sabe cuáles pudieron ser los motivos por los que el Sevilla jugó tan rematadamente mal. El cuadro blanco ofreció una malísima imagen, siempre arrollados por un Getafe que puso toda la garra y la casta del mundo.
Pero el Getafe se encontró en la puerta sevillista a Palop. Fue el único futbolista del once de Nervión con la efectividad precisa, evitando el total desmelenamiento de los hombres del Getafe. El cuadro del Alfonso Pérez Muñoz fue superior, contundente, perdonando en los últimos metros. Su fútbol, el del Getafe, fue grandioso. Pero todo lo detenía ante los palos el guardavallas del cuadro de Jiménez. Por eso, el portero del Sevilla, sin duda alguna, pasará a la historia del club del Sánchez Pizjuán. Su actuación es la que ha puesto al club de Nervión en esa esperada final.
Se alivio el Sevilla, con Jiménez protegido en varias zonas de las gradas, cuando el primer periodo finalizó con empate a cero. Ya el Getafe había tenido más de diez ocasiones de gol. Pero ahí estaba Palop.
Sin embargo, el tanto de Soldado en la segunda parte puso el choque a revienta calderas. El Sevilla seguía sufriendo, Palop parando y Del Nido con el chambergo en el palco. Menos mal que muchos hombres del Getafe se agotaron dentro de su entrega y su enorme esfuerzo y que la salida de Kanouté serenó y equilibró algo el choque en esa parte final. Aunque el Getafe buscó a muerte ese tanto el empate de la eliminatoria, pero ya estaba casi el tiempo y las fuerzas agotadas. Mereció algo más el once de Michel, pero la suerte no está para el que la busca, sino para el que la encuentra.
Los sevillistas no pueden estar contentos por el partido ofrecido en esta vuelta de la semifinal. El Getafe fue muy superior, con controles muy prácticos y con oportunidades claras. Afortunadamente valió al final el dos-cero de Sevilla y, sobre todo, que Sanpalop fuera el portero jamás soñado para que este equipo juegue ese choque de la final de la Copa de Su Majestad. Ahora, a esperar esa final, posiblemente en Madrid, para tener cerca el alcance de un nuevo trofeo con el fin de gozar nuevamente.
Getafe, 1; Sevilla F.C., 0.-
Al final del encuentro, cuando el juez de la contienda pitó el final del choque, Palop –Sanpalop--, besó el escudo del Sevilla de su camisola y miró con picardía y júbilo a los aficionados blancos que se habían desplazado hasta Madrid. Había sido el héroe del choque. Palop fue el “súper” portero que ha colocado a su equipo en esa final del torneo del K.O.
Porque el cuadro de Jiménez jugó mal. Hacerlo peor era imposible. No se sabe si fue el sombrero-amuleto de José María del Nido quien le dio magia al equipo de Nervión, para soslayar la contundencia del “Geta”. Las estadísticas son rotundas. Más de setenta veces llegó el Getafe, con más de doce oportunidades de gol, mientras el Sevilla sólo pisó el área local en tres o cuatro ocasiones, con una sola ocasión para marcar.
La clave de este pase del Sevilla a la final de la Copa –la séptima vez en cinco años--, ha sido, sin duda alguna, la brillante y heroica actuación del portero del Sevilla, metiendo manos prodigiosas y adelantándose siempre, con calidad, clase y oportunidad, en los manos a manos dentro del área. Fue el gran capitán del equipo en este choque y, sin duda alguna, en los anteriores partidos del torneo copero.
Este partido fue totalmente dominado por el Getafe de principio a fin. Con juego valiente, con clase, temple, remate, pero sin goles. Los hombres de Michel dieron en todo momento una gran lección de fútbol. Los futbolistas de Nervión estuvieron siempre a remolque, aturdidos, entregados, superados y ridiculizados. Ante los grandes fallos y errores generales del once de Jiménez –expulsado en la primera parte--, únicamente estaba Palop y sus santas manos y a sus santos y milagrosos pies.
Era sorprendente que el cuadro de Nervión con esa ventaja del dos a cero del litigio de ida en Sevilla, se dejara comer todos los terrenos. Nerviosos, dubitativos, faltos de reacción, lentos, imprecisos, vulnerables. No se sabe cuáles pudieron ser los motivos por los que el Sevilla jugó tan rematadamente mal. El cuadro blanco ofreció una malísima imagen, siempre arrollados por un Getafe que puso toda la garra y la casta del mundo.
Pero el Getafe se encontró en la puerta sevillista a Palop. Fue el único futbolista del once de Nervión con la efectividad precisa, evitando el total desmelenamiento de los hombres del Getafe. El cuadro del Alfonso Pérez Muñoz fue superior, contundente, perdonando en los últimos metros. Su fútbol, el del Getafe, fue grandioso. Pero todo lo detenía ante los palos el guardavallas del cuadro de Jiménez. Por eso, el portero del Sevilla, sin duda alguna, pasará a la historia del club del Sánchez Pizjuán. Su actuación es la que ha puesto al club de Nervión en esa esperada final.
Se alivio el Sevilla, con Jiménez protegido en varias zonas de las gradas, cuando el primer periodo finalizó con empate a cero. Ya el Getafe había tenido más de diez ocasiones de gol. Pero ahí estaba Palop.
Sin embargo, el tanto de Soldado en la segunda parte puso el choque a revienta calderas. El Sevilla seguía sufriendo, Palop parando y Del Nido con el chambergo en el palco. Menos mal que muchos hombres del Getafe se agotaron dentro de su entrega y su enorme esfuerzo y que la salida de Kanouté serenó y equilibró algo el choque en esa parte final. Aunque el Getafe buscó a muerte ese tanto el empate de la eliminatoria, pero ya estaba casi el tiempo y las fuerzas agotadas. Mereció algo más el once de Michel, pero la suerte no está para el que la busca, sino para el que la encuentra.
Los sevillistas no pueden estar contentos por el partido ofrecido en esta vuelta de la semifinal. El Getafe fue muy superior, con controles muy prácticos y con oportunidades claras. Afortunadamente valió al final el dos-cero de Sevilla y, sobre todo, que Sanpalop fuera el portero jamás soñado para que este equipo juegue ese choque de la final de la Copa de Su Majestad. Ahora, a esperar esa final, posiblemente en Madrid, para tener cerca el alcance de un nuevo trofeo con el fin de gozar nuevamente.
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