El matador de toros manchego Víctor Puerto y los actores sevillanos Alberto López y Alfonso Sánchez –los Compadres- han protagonizaron en la noche de este martes una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, en concreto la número 71 de estos encuentros culturales que se celebran en Sevilla desde 2007.
La convocatoria, la primera de 2024, hablaba de los toros y el cine pero conociendo el paño de los protagonistas los derroteros de esta charla, moderada por José Enrique Moreno, sólo podían culminar por los terrenos de ese humor que ha presidido la trayectoria de estos compadres. Alberto López y Alfonso Sánchez, que monta tanto, han firmado una singular trayectoria cinematográfica que viajó de la artesanía de YouTube que comenzó a hacer rodar su fama –inolvidables parodias de las tribus urbanas hispalenses encarnadas por el Culebra y El Cabeza- hasta ese largometraje titulado ‘El mundo es nuestro’, que abrió una peculiar trilogía convertida en retrato convexo de toda una sociedad.
El espectacular llenazo del salón de actos de la Fundación Cajasol fue el mejor aval del verdadero tirón popular de este dúo de cómicos y de Víctor Puerto, matador manchego de agarres hispalenses que marcó los mejores hitos de su carrera en la yema de los 90. Puerto ya tuvo oportunidad en su día de entrenar física y mentalmente a la pareja para enfrentarse a un becerro delante de las cámaras de Canal Sur en un programa en el que Alberto y Alfonso tenían que experimentar distintos oficios singulares. “Ninguno con ese riesgo real como es enfrentarse a una vaquilla”, espetó Alberto.
Pero lo del cine, también lo mencionó el moderador, era “una mera excusa” para romper el hielo. Moreno aludió a los principios del cinematógrafo para ir hilando una charla que partió de una idea, apuntada por Agustín Díaz Yanes en una anterior charla en Cajasol: “aún no se ha hecho la definitiva película de toros”. Los compadres hablaron de su condición de dúo, no buscado, que ha acabado convirtiéndose en parentesco por la vía del padrinazgo de uno de sus hijos.
Belmonte y Juncal
Víctor Puerto refirió los detalles de la preparación de este encuentro, espoleado por un encuentro casual que acabó poniendo las piezas en su sitio. Alberto, por su parte, señaló que para hacer una película de toros “hay que destacar la figura del torero como héroe” aludiendo a obras como el ‘Belmonte’ de Chaves Nogales, a las circunstancias de la forja del torero trianero como “factores muy cinematográficos que merecen ser contados”. Alfonso habló de otra serie inolvidable, Juncal, que le causó fascinación siendo un niño. “Ese icono, ese personaje de Paco Rabal, me dejó fascinado; había unos ingredientes tremendos en un personaje que mezclaba su nobleza con su condición de pícaro, tenía mucho que ver con la Sevilla que había conocido de pequeño en los bares, con esa fullería… tuvo mucho que ver con que yo me dedicara a esto, y además transcurría en Sevilla…”
José Enrique Moreno recordó al director de la serie, Jaime de Armiñán, que ya participó en un ‘Mano a Mano’ anterior. Pero era el turno de Víctor Puerto, que analizó la figura del torero como personaje cinematográfico volviendo a incidir en Juncal. “Es la serie que más se ha acercado a los verdaderos valores del toreo, más allá de los tópicos retratados en otras películas”. Puerto aludió a los niños y jóvenes que entrena. “Tienen unos valores y una educación que me emocionan; rompen esas barreras y esos miedos que todos tenemos”. Alberto y Alfonso recordaron esos entrenamientos, de la mano de Víctor, en los que descubrieron los rigores del toreo. “No es lo mismo correr que huir”, bromeó Puerto. Alfonso evocó los previos de aquella experiencia, de la seriedad de una prueba delatada en “la cara cambiada” del propio torero. “Salió un animal difícil y Víctor tuvo que emplearse a fondo…”
Las imágenes de la prueba se proyectaron en la pantalla del auditorio de Cajasol, delatando el calibre del valor de cada uno. “Captaron desde el primer momento que eso es muy complicado” señaló Víctor. “Cuando estás delante de ellos, a los animales le crecen hasta los ojos”, bromeó el torero reconociendo que se había tratado de una experiencia “muy bonita”. En el mismo envite pudieron conocer la ganadería onubense de Marcelino Acosta. “Fue una experiencia alucinante” añadió Alfonso que, con Alberto, participó en la faena de dar de comer a los toros desde la parte de atrás de una ‘pickup’. “No olvidaré nunca la mirada de ese animal, tenía personalidad y aprendí a valorar lo que hacen los toreros tarde a tarde cada temporada”, remachó. “La belleza del toro bravo en el campo es inconmensurable” añadió Alberto antes de que su compañero destacara “la libertad” de las reses en el campo bravo.
“En otro de esos programas nos llevaron a dar de comer a unos lobos pero no tiene nada que ver con los toros”, remachó Alberto. Puerto incidió sobre esa idea de “la personalidad” del toro defendiendo el ecologismo del campo bravo y su condición de fuente de cultura. “Es el único animal que tiene identidad”, prosiguió el torero, aludiendo a la genealogía y la genética del ganado de lidia, cuidadas durante generaciones por sus criadores. “Me encantaría tener la oportunidad de transmitir esa grandeza a la gente; la vida no es Disney”, remachó el matador antes de retomar el hilo de la experiencia de los compadres en la finca de Marcelino Acosta, reconvertidos en improvisados vaqueros de la vacada onubense, echando el pienso y las pacas de paja por los cerrados con desigual pericia.
José Enrique Moreno recordó al director de la serie, Jaime de Armiñán, que ya participó en un ‘Mano a Mano’ anterior. Pero era el turno de Víctor Puerto, que analizó la figura del torero como personaje cinematográfico volviendo a incidir en Juncal. “Es la serie que más se ha acercado a los verdaderos valores del toreo, más allá de los tópicos retratados en otras películas”. Puerto aludió a los niños y jóvenes que entrena. “Tienen unos valores y una educación que me emocionan; rompen esas barreras y esos miedos que todos tenemos”. Alberto y Alfonso recordaron esos entrenamientos, de la mano de Víctor, en los que descubrieron los rigores del toreo. “No es lo mismo correr que huir”, bromeó Puerto. Alfonso evocó los previos de aquella experiencia, de la seriedad de una prueba delatada en “la cara cambiada” del propio torero. “Salió un animal difícil y Víctor tuvo que emplearse a fondo…”
Las imágenes de la prueba se proyectaron en la pantalla del auditorio de Cajasol, delatando el calibre del valor de cada uno. “Captaron desde el primer momento que eso es muy complicado” señaló Víctor. “Cuando estás delante de ellos, a los animales le crecen hasta los ojos”, bromeó el torero reconociendo que se había tratado de una experiencia “muy bonita”. En el mismo envite pudieron conocer la ganadería onubense de Marcelino Acosta. “Fue una experiencia alucinante” añadió Alfonso que, con Alberto, participó en la faena de dar de comer a los toros desde la parte de atrás de una ‘pickup’. “No olvidaré nunca la mirada de ese animal, tenía personalidad y aprendí a valorar lo que hacen los toreros tarde a tarde cada temporada”, remachó. “La belleza del toro bravo en el campo es inconmensurable” añadió Alberto antes de que su compañero destacara “la libertad” de las reses en el campo bravo.
“En otro de esos programas nos llevaron a dar de comer a unos lobos pero no tiene nada que ver con los toros”, remachó Alberto. Puerto incidió sobre esa idea de “la personalidad” del toro defendiendo el ecologismo del campo bravo y su condición de fuente de cultura. “Es el único animal que tiene identidad”, prosiguió el torero, aludiendo a la genealogía y la genética del ganado de lidia, cuidadas durante generaciones por sus criadores. “Me encantaría tener la oportunidad de transmitir esa grandeza a la gente; la vida no es Disney”, remachó el matador antes de retomar el hilo de la experiencia de los compadres en la finca de Marcelino Acosta, reconvertidos en improvisados vaqueros de la vacada onubense, echando el pienso y las pacas de paja por los cerrados con desigual pericia.
Transmitir el toreo
Pero había que cambiar de tercio, ahondando en la faceta de ‘coach’ emprendida por Víctor Puerto que comanda un centro de alto rendimiento taurino enfocado a profesionales y aficionados de todas las edades. “Cuando yo empezaba me habría encantado tener una persona que supiera lo que se siente cuando te pones el capote de paseo y te dicen que ese día tienes que morir en la plaza”, refirió el torero. “Hay que conocer a la persona para que se enfrente a sus miedos, no sólo ante el toro sino en el día a día, en un examen, con sus problemas…”, reflexionó el lidiador evocando sus años en activo. “Hay un momento en el que dejas de hacer las cosas por gusto y empiezas a hacerlas por trabajo y cuando coges una muleta tienes que ser el más feliz del mundo”, añadió el matador recordando los miedos y las incertidumbres de sus propios inicios profesionales. “Lucho para que los chavales aprendan a divertirse en el camino para que llegue la felicidad de, por ejemplo, verte anunciado en Sevilla”.
Ilusiones y miedos
“Yo he llegado a estar puesto en Sevilla y estaba deseando que lloviera”, recordó Víctor. Llegó a afrontar una tarde de seis toros en la plaza de la Maestranza con una cornada fresca. “Son situaciones que se pagan”, reflexionó el torero que aún quiere afrontar una temporada de despedida que no pudo culminar, después de anunciarla, por los rigores de la pandemia. Ese terreno de los miedos fue abordado por Alfonso. “He llegado a querer ponerme malo para no estar en un sitio con máxima audiencia; me dedico a esto porque me ilusiona y me enamora y cuando pierdes eso es terrible, pero siempre quieres volver a donde eres feliz”. Alberto remachó la idea buceando en su propia formación como actor: “no es lo mismo esos profesores que te cuentan lo que se siente antes de un estreno”. En ese punto evocó la obra ‘Patente de Corso’ que representaron en el Lope de Vega, construida en torno a unos textos de Pérez Reverte, “que tiene un kalashnikov en su casa…”, bromeó, y que asistió al estreno.
Antes habían pegado muchos barrigazos, pero el talento se alió a la suerte para que la película ‘El mundo el nuestro’ se acabara convirtiendo en el definitivo espaldarazo después de unos inicios titubeantes. “Ahí tomamos la alternativa pero acabamos indultando el toro con ‘Ocho apellidos vascos’", sentenció Alfonso. Puerto también tuvo tiempo de recordar sus orígenes, del primer becerro, de la inocencia de las primeras actuaciones y de una pregunta definitiva, ¿por qué quieres ser torero?, que su padre respondió diciéndole que con el traje de luces podía comprarse un mercedes pero también perderlo todo.
Y como colofón a una noche intensa, los planes inmediatos de los protagonistas. Alfonso y Alberto están felices con su gira por teatros de toda la geografía española y tienen "muchos proyectos en la cabeza", incluida una incursión americana. Víctor Puerto quiere "cerrar el círculo" de su carrera actuando en alguna de las plazas que fueron claves en su carrera. Afirmó encontrarse preparado para ello, ya que en ningún momento ha perdido el contacto con el toro en el campo.
Ilusiones y miedos
“Yo he llegado a estar puesto en Sevilla y estaba deseando que lloviera”, recordó Víctor. Llegó a afrontar una tarde de seis toros en la plaza de la Maestranza con una cornada fresca. “Son situaciones que se pagan”, reflexionó el torero que aún quiere afrontar una temporada de despedida que no pudo culminar, después de anunciarla, por los rigores de la pandemia. Ese terreno de los miedos fue abordado por Alfonso. “He llegado a querer ponerme malo para no estar en un sitio con máxima audiencia; me dedico a esto porque me ilusiona y me enamora y cuando pierdes eso es terrible, pero siempre quieres volver a donde eres feliz”. Alberto remachó la idea buceando en su propia formación como actor: “no es lo mismo esos profesores que te cuentan lo que se siente antes de un estreno”. En ese punto evocó la obra ‘Patente de Corso’ que representaron en el Lope de Vega, construida en torno a unos textos de Pérez Reverte, “que tiene un kalashnikov en su casa…”, bromeó, y que asistió al estreno.
Antes habían pegado muchos barrigazos, pero el talento se alió a la suerte para que la película ‘El mundo el nuestro’ se acabara convirtiendo en el definitivo espaldarazo después de unos inicios titubeantes. “Ahí tomamos la alternativa pero acabamos indultando el toro con ‘Ocho apellidos vascos’", sentenció Alfonso. Puerto también tuvo tiempo de recordar sus orígenes, del primer becerro, de la inocencia de las primeras actuaciones y de una pregunta definitiva, ¿por qué quieres ser torero?, que su padre respondió diciéndole que con el traje de luces podía comprarse un mercedes pero también perderlo todo.
Y como colofón a una noche intensa, los planes inmediatos de los protagonistas. Alfonso y Alberto están felices con su gira por teatros de toda la geografía española y tienen "muchos proyectos en la cabeza", incluida una incursión americana. Víctor Puerto quiere "cerrar el círculo" de su carrera actuando en alguna de las plazas que fueron claves en su carrera. Afirmó encontrarse preparado para ello, ya que en ningún momento ha perdido el contacto con el toro en el campo.
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