Es decir, que en la magna procesión eucarística, dicen algunos, hay una participación excesiva y que se deberían tomar las medidas oportunas para que las representaciones de las hermandades y cofradías y de otros organismos e instituciones oficiales, sociales y culturales fueran más cortas.
Pero yo creo, puedo tener mis detractores, que el sevillano que quiera sumarse, con cirio, vara, estandarte, chaqué y medallas, no ha de encontrar limitaciones en ese deseo de acompañar a Jesús Sacramentado, a Cristo Vivo, en esa magna procesión del Jueves Grande de Sevilla.
Se ha dicho que es una pesadez contemplar este cortejo desde los carráncanos que abren fila hasta el último soldado que forma parte de las tropas que hacen los honores el Santísimo.
Yo estoy disconforme totalmente con esta absurda opinión. Para mí es un gozo contemplar la procesión de punta a cabo, con toda la masa humana que acompaña a los pasos con unas imágenes que tanto representan para Sevilla y para la Iglesia y ver a tanta gente --chicos, chicas, hombres y mujeres, militares y autoridades varias--, recorrer estas calles de lujo cubiertas de juncia y romero
A mi me gusta la bulla. Disfruté de la procesión del Corpus 2018, porque, además, ha sido la más multitudinaria del siglo. Y es un orgullo vivir este récord. Es como alcanzar la gloria. Es la fuerza que tiene Cristo para reunir a su lado a tantos miles de sevillanos en una mañana que parece que se toca el cielo con las manos. Porque, además, estamos deseado que pase la Gran Custodia para recoger del suelo una rama de romero y guardarla en casa como oro en paño.
Me gusta que haya bulla en el Corpus, en la Semana Santa y en nuestra incomparable Feria de Abril, aunque el próximo 2019 se celebre en el mes de mayo.
No hay que poner límites. La participación de todos los sevillanos y sevillanas es fundamental para que estas grandes fiestas de la ciudad estén siempre en la cresta de la ola.
FERNANDO GELÁN.-
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