sábado, 2 de julio de 2016

La acacia de Constantinopla, también conocida como árbol de la seda, se ha aclimatado a Sevilla


La acacia de Constantinopla, también conocida como el árbol de la seda, se ha aclimatado muy bien a Sevilla y, cada año que pasa, está mejor representada en los parques y calles de nuestra ciudad. 
Actualmente, entre otros lugares, la podemos contemplar en la Isla de la Caruja, en el bulevar Poeta Manuel Benítez Carrasco, alrededor de los jardines del Parlamento de Andalucía y en el nuevo parque Guadaíra, pero, tanto por su porte como por sus años, destaca de entre los anteriores el que plantamos el día 21 de septiembre de 1991 en el jardín lateral que hay junto a la Peña Sevillista de la barriada Nuestra. Señora de la Oliva. 
El nombre científico de este bellísimo árbol es Albizia julibrissin Durazz y pertenece a la familia de las Fabáceas (antiguamente, Leguminosas) aunque no es una verdadera acacia, sino más bien, un género próximo a la subfamilia de las Mimosoideas. Posiblemente sea originario de Irán (“julibrissin” es el nombre persa de este árbol); sin embargo, su área de distribución llega hasta las costas de China. 
En Europa fue introducido por el florentino Filippo degli Albizzi a mediados del siglo XVIII. Por otra parte, este árbol es de crecimiento medio y, por lo general, no supera los 12 metros de altura. Su copa, formada por largas ramas arqueadas, es amplia, ancha y con forma de umbela, aunque algo irregular, y suele producir una sombra ligera. 
Su tronco es erguido y por lo general ramifica a poca altura, y su corteza es casi lisa y de color grisáceo. Se trata de una especie bastante rústica, que tolera bien los fríos y las heladas, a condición de que no sean demasiados intensos ni prolongados. Tampoco teme las sequías ni la contaminación, tolera los suelos alcalinos con pH superior a 7 y aguanta bien la cercanía del mar; sin embargo, le afectan los suelos húmedos.
Sus hojas son caducas, alternas, compuestas bipinnadas y de aspecto plumoso; miden entre 22 y 45 cm de longitud y suelen brotar en penachos terminales; cada hoja dispone de 7 a 12 pares de pinnas y cada una de ellas tiene entre 16 y 40 pares de folíolos; estos miden algo menos de 1 cm de longitud y son de color verde pálido. El raquis posee una pequeña glándula basal. Estas hojas también son púdicas, es decir, que se cierran o pliegan por la noche.
Sus flores son muy vistosas y se reúnen en panículas terminales formadas por capítulos redondos con pedúnculos cortos. Cada cabezuela o capítulo contiene de 20 a 25 flores sésiles o subsésiles. El cáliz de cada flor, tubular y de color verde, suele medir de 2 a 3 mm de largo y tiene 5 dientes pequeños de forma triangular. La corola de cada flor, de color verdoso y con forma de embudo, es gamopétala (con los pétalos soldados), tiene 5 lóbulos deltoides y agudos y mide entre 7 y 8 mm de largo. Sus numerosos estambres, con filamentos de color rosa pálido, miden de 2,5 cm a 3 cm de largo. En Sevilla, la acacia de Constantinopla florece en la primera quincena de junio.
Sus frutos son legumbres o vainas planas colgantes que presentan unos estrechamientos entre las semillas; son de color amarillo pajizo, miden entre 10 y 13 cm de largo por entre 1,8 y 2 cm de ancho, y suelen permanecer bastante tiempo en el árbol. En su interior suelen contener de 8 a 12 semillas de forma ovalada y de color marrón claro, que miden 7 x 4,5 mm. Para conseguir que germinen se requiere el siguiente tratamiento para quitar la cubierta impermeable que las envuelve: basta con introducirlas en agua caliente (que no llegue a hervir) durante unos diez segundos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario