El secretario general del Partido Andalucía, Antonio Jesús Ruiz Aguilar, es el autor de este artículo titulado:
La Academia de la Lengua, la institución encargada del léxico y la gramática de la lengua castellana, recoge en las páginas de la vigésimo segunda edición del diccionario una definición muy particular para el vocablo andalucismo. Según la RAE, en una primera acepción, un andalucismo es una “locución, giro o modo de hablar propio de los andaluces”, algo evidente. En una segunda acepción, el andalucismo propiamente dicho, es un sentimiento de “amor o apego a las cosas características o típicas de Andalucía, en España”. Así, como suena, en España.
Soy andalucista si amo a Andalucía, pero tiene que ser en España. Vamos que si me voy a Francia o a Italia o a Alemania y manifiesto mi apego y mi amor a las cosas típicas de Andalucía, en ese caso no soy andalucista; en ese caso supongo que seré un guiri indefinido, al menos para la Academia de la lengua. Pero esta particularidad sólo es aplicable al andalucismo; si tienen la molestia de consultar en el diccionario galleguismo, madrileñismo, castellanismo, valencianismo o cualquier otro ismo de región o nacionalidad, se darán cuenta de que sólo el andalucismo tiene, para la RAE, una condición previa de españolidad o al menos de localización.
Cabría preguntarse el porqué de esta actitud separatista y separadora por parte de los doctos académicos de la lengua, para los que no es muy hispánico el amor o el apego a sus cosas en ninguna comunidad autónoma salvo en Andalucía; vamos que para los académicos de la lengua los gallegos, los madrileños, los castellanos, o los valencianos no forman parte del estado español, al menos en cuanto a los apegos y cariños.
Por culpa de los académicos, cuando algún estudiante del Instituto Cervantes decida venir a Andalucía a practicar el castellano desde China, Australia o desde la mismísima Conchinchina, y se encuentre con un nacionalista andaluz y éste le explique que el andalucismo es un proyecto político innovador y progresista destinado a quebrar la dependencia económica, política y cultural que padece el pueblo andaluz, el guiri seguramente responderá: “mi no comprender, andalucismo ser sol, playa, luz, torero, flamenco, gazpacho…, en España”.
Bromas aparte, el tratamiento dado por la RAE a la definición del andalucismo es una falta de respeto no ya a la objetividad de la institución encargada de limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua, si no un desprecio a los andaluces y especialmente a los andalucistas. Los que creemos en el andalucismo político no tenemos cabida en el diccionario y la doctrina política que defendemos tampoco. Es decir, para la RAE proclamarse políticamente andalucista es un error gramatical. Lo lamentable de este tratamiento, no es que se trate de un error, lo sangrante de esta nueva discriminación es que es una discriminación ideológica intencionada y lo explicaré.
La supresión de la definición del andalucismo como nacionalismo andaluz es intencionada porque ya existía; en la edición vigésima primera del diccionario publicada en 1992, apareció por primera vez dicha definición para satisfacción de los andalucistas que lo llevábamos tiempo exigiendo. En la vigésima segunda edición publicada en octubre de 2001, en plena hégira de José María Aznar, con una mayoría absolutísima, y en plena cruzada contra los nacionalismo todos, fueran los que fueren, no es de extrañar que los académicos involucionaran. Decidieron entonces borrar del diccionario una definición molesta para el poder y no les tembló el pulso para suprimir del catálogo de la lengua a todos los nacionalismos.
Ha pasado más de una década desde que se suprimió el concepto; yo lo he detectado gracias a un amigo que casualmente lo localizó; uno no piensa nunca que una palabra en uso cotidiano pueda desaparecer del diccionario; esperemos que para la vigésima tercera edición que está a punto de salir los académicos enmienden su propia plana, pero será así si los andalucistas nos lo volvemos a currar.
Antonio Jesús Ruiz Aguilar – secretario general del PA
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