Sevilla en verano es casi Sevilla sin sevillanos. Y esto, a veces, es de agradecer. Pero Sevilla es una ciudad sucia, con falta de zonas verdes, de sombras en las peatonalizadas calles y avenidas y con escasez de rincones con fuentes de agua de Emasesa que den frescor al ambiente caluroso del verano.
He estado recientemente en Oviedo. Alfredo, amigo alcalde, te tienes que dar una vuelta por esa capital asturiana con todos tus consejeros y delegados del Gobierno Municipal. Allí hay mucho que aprender para aplicarlo con urgencia en Sevilla.
Oviedo ya tiene la “escoba” de platino por haber sido titulada varias veces la ciudad más escamondá de Europa. No he visto en toda la urbe asturiana un contenedor. El servicio de limpieza, con grandes cubetas grandes negras, recorre los portales de las casas a las ocho de la tarde, y los concienciados ciudadanos carbayones depositan con orgullo las bolsas de basuras, que desaparecen por arte de magia. Es que esa “escoba” ovetense está como embrujada. Da gusto pasear por las zonas peatonalizadas, por los parques y jardines y hasta por los extrarradios.
Ni un papel, ni una caquita de perro, ni una bolsa del corteinglés volando por los aires alegres de esta ciudad que está como los chorros del oro.
Y la clase que tiene la gente de esta capital del Principado. ¡Vaya como visten los mujeres en Oviedo! No ví ni una joven, por muy guayabo y progre que fuera, lucir barriga o trasero durante sus paseos en busca de algún ligue local o foráneo. Estilo hay en esta ciudad ovetense que, además, ha sabido sombrear sus zonas más castigadas por el sol, aunque sea norteño, con las hojas de los árboles que se van entrelazando para formar una larga y atractiva marquesina, como las que había en nuestra Expo del 92.
A Sánchez Monteseirín, Rodríguez de Celis y Rodrigo Torrijos –que le gusta el “maragatos” de Astorga--, los invito a pasar una temporada en esta ciudad tan bella y verde como limpia y aseada. No sé si el LIPASAM de Oviedo tiene números rojos, pero cuenta con la ayuda y la colaboración de todas las gentes del pueblo. Y esto no tiene precio. Sale del alma por ver una ciudad tan acicalada.
Una vez allí, al alcalde y a los delegados municipales de Sevilla los llevaremos al “bulevar” de la sidra, para tomar unos culines de ese espumoso líquido que limpia muchas veces hasta las bilis.
A Macarena Sánchez, que es titular de este recuadro desde la pasada edición, le hemos hecho la jugarreta porque estaba ocupada en otras actividades. Para en este largo y cálido verano le he prometido que le voy a regalar una nueva versión del ¡Ay, Macarena! de los Hermanos del Río. Mientras suena la alegre música que se extendió por todo el mundo --¡ay, Macarrena!--, a lo mejor Monteseirín, Celis y Torrijos se desplazan a Oviedo para ver cosa buena. El saber no ocupa lugar. Y en Oviedo se aprende mucho del cuidado y pulcro paisaje urbano. La letra, la que tiene también que aprender el ciudadano, con sidrina entra.
FERNANDO GELÁN
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