Mientras tanto, el público se impacientaba, los areneros, pocos hombres, trabajaban con nuevo albero para tapar los charcos y se pintaba de rojo las líneas que marcan el reglamento, pero sólo a la mitad. Los capotes de los toreros y de las cuadrillas no estaban colocados, como es tradición, sobre el burladero. Y esto hacía predecir lo peor. Es decir: la suspensión.
Minutos después de las seis, volvió a salir el mismo cartel, la célebre pizarra maestrante, con el anunció de la suspensión del festejo, por decisión tomada por los toreros Rivera Ordóñez, Perera y Talavante, que iban a torear reses de Pereda.
Sonaron los clarines del miedo a la tormenta y la famosa pizarra, con el mismo contenido que en la suspensión del sábado, se paseó por el interior del burladero ante las protestas y el lanzamiento de almohadillas del respetable.
En fin, otra espera inútil, con el perjuicio para aficionados y Empresa. Por San Miguel sólo se pudo ver la novillada regalo de los herederos de Pagés, con motivo de ese 75 aniversario de unión de esta entidad con la Real Maestranza.
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