José Montoto y González de la Hoyuela. |
Cardenal Spínola, fundador de "El Correo de Andalucía" |
CAPÍTULO PRIMERO: MIS PRIMEROS TRABAJOS EN EL "VIEJO" CORREO DE ANDALUCÍA
Más de sesenta años al pié del cañón, buscando noticias, redactando informaciones y cubriendo los grandes acontecimientos políticos, sociales, culturales, tradicionales, laborales, taurinos y deportivos de la ciudad. Y aquí estoy aún, con ochenta y un años a las espaldas y mientras el cuerpo aguante, atento siempre a todo cuanto sucede a mí alrededor.
He vivido muchas etapas de la vida de Sevilla y de otras zonas de Andalucía y del mundo mundial. Brujuleando en todo momento, muy en profundidad, para lograr la primicia informativa. Cuando apenas tenía dieciseis años acompañaba a mi padre, el recordado e histórico fotoperiodista, Ángel Gómez “Gelán”, a algunos actos y convocatorias, pero de manera especial a los campos de fútbol del Sevilla y el Betis, porque era un apasionado del deporte, y en muchas ocasiones a la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla, presenciando históricas corridas con las actuaciones de grandes maestros de la Tauromaquia como Manolete o Carlos Arruza.
Como tenía también inquietudes artísticas estudié Bellas Artes en la Escuela de la calle Zaragoza. Y en aquel centro de formación de pintores y escultores surgió la creación de un equipo de baloncesto que se tituló Escuela de Artes y Oficios de Sevilla.
Jugábamos los partidos de la Copa de Sevilla de Basket en el Cine San Telmo, una sala de verano que era utilizada en los meses de otoño e invierno para estos encuentros de baloncesto.
Pero dedicarme al fútbol y al baloncesto no formaba parte de mis horizontes profesionales. A mí me gustaba contar cosas, escribir, redactar noticias. Y en “El Correo de Andalucía”, en aquel histórico edificio en la céntrica calle Albareda, hice mis primeros pinitos periodísticos. En el diario decano de Sevilla, fundado por el cardenal Marcelo Spínola, me puse delante de una vieja Olivetti a darle a las teclas. Era director de ese medio el loreño, José Montoto y González de la Hoyuela, que cada día escribía sus famosas “Pajaritas de papel”. Formaban en la redacción grandes maestros del periodismo como Juan José Gómez, que ejercía de redactor jefe; Ramón Resa Carbayo, que fue presidente de la Asociación de la Prensa y que en "El Correo" era el responsable de las noticias de la Archidiócesis hispalense; Ignacio García Ferreira, que llevaba la información municipal y los deportes; Antonio Rubio y Sanz, que se dedicada a los sucesos; Manuel Murga de la Vega, que era el crítico taurino de este medio de comunicación; Felipe García de Pesquera, que se encargaba de las actividades sociales de la ciudad; Fernando López Grosso, muy dedicado a recopilar las historias de Sevilla y Luis Joaquín Pedregal Sanmartino, que entre sus numerosas responsabilidades en “El Correo” tuvo una especial dedicación a los temas cofradieros. Pedregal fue el primer director del Boletín de las Cofradías que edita el Consejo de Hermandades.
Y así empezó mi historia en la profesión periodística. Junto a estos grandes e históricos maestros del periodismo.
En “El Correo” del año 1955 se publicaron mis primeros trabajos literarios. Encuestas, breves reseñas sobre diversos temas de la ciudad, críticas de cine y entrevistas a artistas, toreros y deportistas. En esta época realicé crónicas de los partidos que disputaba la Selección Juvenil Andaluza en el Campeonato de España de esta categoría. Muchos de aquellos futbolistas juveniles, como Carmet, Alcantarilla, Guerra, Alcalde, Artillo o Aragón, formaron posteriormente en las plantillas de los primeros clubes de nuestra ciudad. Fueron entrenadores de esta Selección Juvenil de nuestra Comunidad Andaluza en ese periodo los históricos jugadores del Sevilla FC Campanal I y Alconero.
Me gustaba ver el periódico temprano, a primera hora, porque recibía unas gratas sensaciones cuando contemplaba los textos informativos que había escrito y que aparecían impresos en el papel. Muy a primera hora de cada día me dirigía desde mi casa, ubicada en la calle Álvaro de Bazán, hasta Albareda, donde estaba ubicado el periódico fundado por el cardenal Spínola.
Cuando llegaba al zaguán del clásico edificio estaban los antiguos vendedores de prensa retirando los periódicos que se acababan de imprimir para realizar su venta, voceando la salida del diario decano de la Prensa de Sevilla por las calles de la ciudad.
Solía coger uno de esos números de “El Correo” para leer todas las páginas del periódico. Y me detenía en la hoja donde aparecía el trabajo informativo que yo había realizado para esta edición. La satisfacción era muy grande. Contemplar el documento informativo publicado en el histórico rotativo significaba para mí como dar ese pasito adelante en una profesión que sentía de forma muy apasionada.
Y volvía a la calle, a brujulear, a enterarme de cosas de la ciudad y a tomar buena nota para trasladarme rápidamente a la redacción y ponerme nuevamente delante de la vieja Olivetti para dar forma a todo cuanto había vivido y que formaba parte de las cotidianas historias de aquella Sevilla de la década de los años cincuenta.
FERNANDO GELÁN.-
Me gustaba ver el periódico temprano, a primera hora, porque recibía unas gratas sensaciones cuando contemplaba los textos informativos que había escrito y que aparecían impresos en el papel. Muy a primera hora de cada día me dirigía desde mi casa, ubicada en la calle Álvaro de Bazán, hasta Albareda, donde estaba ubicado el periódico fundado por el cardenal Spínola.
Cuando llegaba al zaguán del clásico edificio estaban los antiguos vendedores de prensa retirando los periódicos que se acababan de imprimir para realizar su venta, voceando la salida del diario decano de la Prensa de Sevilla por las calles de la ciudad.
Solía coger uno de esos números de “El Correo” para leer todas las páginas del periódico. Y me detenía en la hoja donde aparecía el trabajo informativo que yo había realizado para esta edición. La satisfacción era muy grande. Contemplar el documento informativo publicado en el histórico rotativo significaba para mí como dar ese pasito adelante en una profesión que sentía de forma muy apasionada.
Y volvía a la calle, a brujulear, a enterarme de cosas de la ciudad y a tomar buena nota para trasladarme rápidamente a la redacción y ponerme nuevamente delante de la vieja Olivetti para dar forma a todo cuanto había vivido y que formaba parte de las cotidianas historias de aquella Sevilla de la década de los años cincuenta.
FERNANDO GELÁN.-
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