Creo que la Empresa Pagés, visto
todos los acontecimientos, ha tomado por el camino más correcto para solucionar
la complicada papeleta de confeccionar los carteles del abono de la temporada
taurina en Sevilla 2014. Lo que no es correcto ni admisible es el boicot que ha
realizado el llamado Grupo-5 –Morante, Manzanares, El Juli, Perera y
Talavante--, que, además, ha sido apoyado, sorprendentemente, por mucha gente
del toro. Ninguna de estas figuras, tan idolatradas en nuestra ciudad, ha
tenido en cuenta ni a la afición de Sevilla ni el supernivel con que se vive
esta fiesta de los toros en la Real Maestranza. Si Eduardo Canorea metió la
pata con sus comentarios en aquel almuerzo al que acudió un determinado grupo
de informadores, luego, tras analizar su error, pidió humildemente perdón para
poner paz donde se encendió la llama de una absurda guerra. Sin embargo, las
figuras que han mantenido el boicot a Sevilla continuaron difundiendo
comunicados y haciendo declaraciones sobre su negativa a torear en la Real
Maestranza en sus espectaculares presentaciones. La Empresa Pagés, después de
todo lo visto y lo oído, puso en marcha su ingenio para hacer unos carteles
dignos para Sevilla y para los grupos de aficionados que mantienen siempre la
esperanza de poder vibrar con esos encuentros de los toreros frente a los bravos morlacos en el Coso del Arenal.
Demasiada leña están recibiendo los empresarios sevillanos. Sin embargo, muy pocas han sido las voces que han censurado a los toreros, que son los que han marcado esa gruesa línea al no aceptar el reto que exige la profesión y el compromiso con una plaza puntera en España. Toreros que han recibido en esta ciudad el respecto y el cariño de la afición para poder salir muchas tardes de gloria por la Puerta del Príncipe entre aclamaciones y vítores. Las orejas las otorgan los aficionados si el torero hace en la plaza la faena cumbre. Por todo ello, preguntamos: ¿Está antes la rabieta contra la empresa que el daño que han hecho estos toreros a la ciudad de Sevilla? Esta es la verdadera cuestión.
FERNANDO GELÁN
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